20 enero 2025

Disgeusia: ¿Qué es, por qué ocurre y cómo tratarla?

¿Notas un sabor raro o metálico en la boca? Podrías estar sufriendo disgeusia. Descubre qué es, por qué ocurre y cómo tratarla con ayuda de Clínicas Cleardent.

¿Qué es la disgeusia y cómo se manifiesta?

La disgeusia es un trastorno del sentido del gusto. En términos simples, significa que percibimos los sabores de forma alterada o desagradable. Si tienes disgeusia, es posible que todo te sepa raro o mal incluso cuando el alimento está en buenas condiciones. Las personas suelen describir sabores metálicos, amargos, salados o rancios de forma persistente. Algunos sienten siempre un sabor desagradable en la boca, aunque no estén comiendo nada. Esta alteración puede manifestarse de varias formas:

  • Sabor metálico constante: como si tuvieras monedas en la boca.
  • Gusto amargo o a podrido: incluso al beber agua, puedes notarlo desagradable.
  • Comida insípida o diferente: platos favoritos que de pronto saben “a nada” o tienen un gusto extraño.

A veces la disgeusia viene acompañada de sensación de boca seca o ardor, y se relaciona con otros trastornos del gusto. Por ejemplo, la hipogeusia es la disminución parcial del gusto (todo sabe menos intenso) y la ageusia es la pérdida completa. En la disgeusia, en cambio, sí sientes sabores, pero distorsionados o desagradables. Imagina comer algo dulce y percibirlo amargo: eso es disgeusia.

Esta alteración del gusto puede afectar mucho la calidad de vida. El sentido del gusto nos ayuda a disfrutar la comida y estimula el apetito; cuando todo sabe mal, es común perder las ganas de comer. De hecho, una disgeusia mantenida en el tiempo puede llevar a pérdida de apetito, pérdida de peso y desnutrición, porque la persona evita comer por la experiencia desagradable. Además, al no saborear bien, a veces añadimos demasiada sal o azúcar para intentar “mejorar” el sabor de los alimentos, con los riesgos que eso conlleva. En resumen, aunque a primera vista parezca un síntoma menor, una alteración persistente del gusto tiene impacto físico y emocional: causa frustración, ansiedad y puede afectar la nutrición y la salud en general.

Causas comunes de disgeusia: Es importante destacar que la disgeusia no siempre se debe a un cáncer. De hecho, la mayoría de las veces obedece a causas más benignas. Algunos desencadenantes frecuentes de un sabor anómalo son: ciertos medicamentos (antibióticos, antihistamínicos, vitaminas con metales, etc.), infecciones respiratorias o bucales (sinusitis, candidiasis oral), problemas de higiene dental, deficiencias nutricionales (por ejemplo, falta de zinc), hormonas (embarazo, menopausia) e incluso estrés o ansiedad. Por ejemplo, es bastante común tener disgeusia temporal durante una gripe fuerte o sinusitis, o si uno toma un antibiótico como la claritromicina. En esas situaciones, el gusto suele normalizarse al resolver la infección o al suspender el medicamento problemático.

Ahora bien, entre las múltiples causas de disgeusia, también se encuentran algunos casos relacionados con el cáncer. A continuación, abordaremos esa conexión específica con detalle, que es probablemente la razón por la que estás aquí.

Tumores que pueden presentar disgeusia como síntoma

Seguramente has escuchado que “la disgeusia es un síntoma característico de ciertos tumores”. En efecto, la alteración persistente del gusto puede ser un síntoma temprano de algunos tipos de cáncer, en especial de los tumores de cabeza y cuello, es decir, aquellos localizados en la boca, la lengua, la garganta, la laringe o áreas cercanas. Los médicos han observado que pacientes con cánceres orales u orofaríngeos a veces reportan un sabor extraño o desagradable antes incluso de tener un diagnóstico.

Quiero ser muy claro y honesto contigo: un cambio de gusto por sí solo rara vez es la primera manifestación de un cáncer. La mayoría de los cánceres de cabeza y cuello suelen presentarse inicialmente con síntomas locales más evidentes, como una llaga en la boca que no cicatriza, dolor persistente, dificultad para tragar o una ronquera que no se va. Sin embargo, la disgeusia puede aparecer como un síntoma acompañante. Veamos qué tipos de tumores están vinculados con alteraciones del sabor:

  • Cánceres de cabeza y cuello (boca, lengua, garganta): En etapas iniciales, un tumor en la cavidad oral o la faringe puede ser silencioso, pero a medida que crece puede afectar las papilas gustativas, los nervios del gusto o provocar lesiones en la mucosa. Esto puede generar un sabor anormal constante. Por ejemplo, un cáncer oral a menudo se manifiesta con una úlcera o llaga en la boca que no sana en más de 2 semanas (principal signo de alarma) y a veces esa herida crónica sangra ligeramente, dando un sabor metálico a sangre en la boca. También un bulto o engrosamiento en la lengua, encía o mejilla debido a un tumor puede predisponer a infecciones secundarias en la boca que causan mal sabor. En la garganta o laringe, un tumor puede alterar el gusto indirectamente si afecta la saliva o produce sustancias que uno percibe con sabor amargo. En resumen, los tumores de cabeza y cuello son los que con más frecuencia se asocian a disgeusia como síntoma, aunque casi siempre va acompañada de otros síntomas locales (lesiones visibles, dolor al tragar, cambios en la voz, etc.).
  • Tumores de glándulas salivales: Aunque menos comunes, un cáncer en una glándula salival (por ejemplo, glándula parótida) puede reducir la producción de saliva (xerostomía) y causar sequedad bucal. La saliva insuficiente provoca mal sabor y altera la percepción gustativa. Si notas boca seca persistente junto con disgeusia, podría relacionarse con un problema en las glándulas salivales, sea por un síndrome (como el de Sjögren) o, raramente, por un tumor en ellas.
  • Cánceres cerebrales o neurológicos: Algunos tumores cerebrales ubicados en áreas que procesan el gusto (como el tronco encefálico, el tálamo o la corteza gustativa) o que comprimen los nervios craneales implicados en el gusto (nervio facial, glosofaríngeo o vago) pueden causar alteraciones del sabor. Esto es infrecuente, pero posible. Por ejemplo, un neurinoma que afecte al nervio corda timpani (ramita del nervio facial que lleva gusto de la lengua) podría provocar disgeusia. Estos casos suelen venir con otros signos neurológicos (dificultad para hablar, problemas de equilibrio, cefaleas, etc.), no solo con el síntoma del gusto.
  • Otros tumores avanzados: En casos muy raros, ciertos cánceres sistémicos en etapas avanzadas podrían llevar a disgeusia. Un ejemplo documentado es el cáncer de pulmón avanzado: algunos pacientes reportan un sabor persistente extraño debido a sustancias liberadas por el tumor o alteraciones metabólicas que el cáncer produce. Pero es importante subrayar que cuando esto sucede, ya hay otros síntomas más evidentes presentes (por ejemplo, en cáncer de pulmón habría pérdida de peso, tos con sangre, fatiga, etc., acompañando al sabor anormal). Leucemias o linfomas también podrían asociarse indirectamente: no porque el tumor de la sangre cambie el gusto por sí mismo, sino porque estas enfermedades deprimen el sistema inmune y facilitan infecciones oportunistas en la boca (como hongos/candidiasis) que causan mal sabor. En esos casos, tratar la infección mejora la disgeusia.

Los tumores que más típicamente cursan con disgeusia son los de la región de cabeza y cuello. Es por ello que, ante una alteración del gusto persistente, los médicos ponen especial atención a explorar boca y garganta. No obstante, debemos recordar que en la mayoría de las ocasiones la disgeusia NO significará que tengas cáncer. De hecho, es muchísimo más frecuente que un sabor metálico o extraño se deba a causas benignas. Incluso en el contexto oncológico, es más común que la disgeusia aparezca como efecto secundario de un tratamiento (quimioterapia o radioterapia) que como consecuencia directa de un tumor sin tratar. Para orientarte mejor, en la siguiente sección te explico por qué un tumor (o su tratamiento) pueden alterar el sentido del gusto, es decir, los mecanismos detrás de este síntoma.

Mecanismos: ¿Por qué los tumores causan alteraciones del gusto?

Te preguntarás, ¿cómo puede un cáncer hacer que todo me sepa mal? Existen varios mecanismos fisiológicos y bioquímicos por los cuales los tumores, directa o indirectamente, pueden provocar disgeusia:

  • Interferencia con las papilas gustativas: Los tumores localizados en la boca o lengua pueden dañar directamente las papilas gustativas o el tejido circundante. Por ejemplo, un cáncer en la lengua o en el paladar puede destruir botones gustativos o generar inflamación crónica que distorsiona las señales de sabor. Incluso lesiones precancerosas (como leucoplasias) alteran la mucosa y podrían cambiar la percepción de sabores.
  • Compresión o invasión nerviosa: Los sabores que detectan nuestras papilas viajan al cerebro a través de nervios (facial, glosofaríngeo y vago). Un tumor de cabeza y cuello, o un tumor cerebral, puede comprimir estos nervios o las vías neuronales del gusto, “cortocircuitando” la transmisión normal. Por ejemplo, un tumor en la base de lengua o en la faringe podría afectar el nervio glosofaríngeo, distorsionando los sabores en la parte posterior de la lengua. Del mismo modo, un tumor en la base del cráneo podría afectar la cuerda del tímpano (que lleva el gusto de los 2/3 anteriores de la lengua) provocando disgeusia o pérdida parcial del gusto.
  • Alteraciones en la saliva y olfato: El gusto está estrechamente ligado al olfato y a la saliva. Un tumor de glándula salival puede reducir la saliva, causando sequedad bucal, proliferación de bacterias y sabor desagradable. Asimismo, un tumor nasal o de senos paranasales (cabeza y cuello) puede disminuir el olfato; al no oler bien, también se distorsiona la percepción del sabor de los alimentos. Muchas veces lo que llamamos “sabor” es en gran parte aroma, por eso cuando estamos resfriados todo parece insípido. Si un tumor afecta el olfato, secundariamente afectará el gusto. Además, la saliva normalmente limpia la boca y ayuda a saborear; sin suficiente saliva (boca seca), los sabores quedan “pegados” y se tornan más amargos o metálicos.
  • Sustancias liberadas por el tumor: Algunos tumores liberan compuestos en el torrente sanguíneo (por ejemplo, ciertas citocinas o productos metabólicos) que pueden llegar a las papilas gustativas o al centro del gusto en el cerebro y alterar su función. En cánceres muy avanzados, el propio desequilibrio metabólico del cuerpo (como cetosis en caquexia, elevación de ciertos químicos) podría generar percepciones de sabor alteradas. Esto es complejo y aún objeto de estudio, pero se ha propuesto como explicación en casos aislados de disgeusia paraneoplásica (síndromes paraneoplásicos gustativos).
  • Infecciones asociadas: Como mencionamos, en pacientes con cáncer avanzado o inmunodeprimidos, es frecuente que aparezcan infecciones en la boca (hongos, bacterias) debido a las bajas defensas. Estas infecciones (por ejemplo, candidiasis que recubre la lengua de blanco) distorsionan el sabor y causan un gusto desagradable hasta que son tratadas. No es el tumor en sí, sino una consecuencia indirecta.
  • Efectos de tratamientos oncológicos: Aunque esto no es el tumor en sí, vale la pena incluirlo aquí porque es un mecanismo muy común de disgeusia en el contexto del cáncer. La quimioterapia y la radioterapia afectan las células de rápido recambio, entre ellas las del gusto. Por eso, los cambios en el sentido del gusto (disgeusia) son efectos secundarios comunes de estos tratamientos. De hecho, se estima que aproximadamente el 50% de los pacientes con cáncer presentan alteraciones del gusto durante la quimioterapia. La radioterapia dirigida a cabeza y cuello también suele dañar papilas gustativas y glándulas salivales, agravando el problema. Estos mecanismos terapéuticos incluyen daño directo a las papilas, sequedad bucal intensa por afectación de glándulas salivales, y alteraciones en las células receptoras del sabor. Como resultado, muchos pacientes oncológicos experimentan sabores metálicos persistentes o aversión a ciertos alimentos mientras están en tratamiento. La buena noticia es que, en muchos casos, estas alteraciones tienden a mejorar con el tiempo tras finalizar la terapia (aunque en algunos pacientes pueden perdurar muchos meses e incluso volverse permanentes en cierto grado).

Resumiendo esta sección: un tumor puede causar disgeusia si interfiere de alguna forma en el complejo sistema gusto-olfato-saliva. Ya sea invadiendo estructuras de la boca, dañando nervios del gusto, secando la boca o alterando el medio interno del cuerpo, el cáncer puede distorsionar nuestra forma de saborear. Comprender esto nos ayuda a saber dónde buscar la causa cuando un paciente se queja de “todo me sabe mal”. Ahora bien, ¿cómo se diagnostica la causa de una disgeusia? ¿Qué pasos médicos siguen para saber si se trata de un tumor u otra cosa? De eso trata la siguiente parte.

Diagnóstico y evaluación médica de la disgeusia

Si llevas un tiempo con alteraciones del gusto sin explicación clara, lo más recomendable es acudir a un médico. Generalmente se puede empezar consultando al médico de cabecera o a un odontólogo (dentista) si sospechas un origen bucal. En muchos casos, se terminará visitando a un otorrinolaringólogo (ORL), que es el especialista en oídos, nariz y garganta, y también experto en trastornos del gusto. Te voy a contar cómo suele ser el proceso de evaluación:

Historia clínica detallada: El médico te preguntará desde cuándo notas la disgeusia, cómo la describes (metálica, amarga, etc.), si es constante o va y viene, y si hay algo que la empeore o alivie. También indagará por otros síntomas asociados: ¿Tienes la nariz tapada? ¿Dolor en algún diente o en la lengua? ¿Dificultad para tragar? ¿Has notado bultos en el cuello, llagas en la boca, pérdida de peso, tos o algún otro cambio en tu salud? Esta información es clave. Por ejemplo, saber que además del mal sabor tienes una llaga que no cura hace pensar en examinar esa lesión de inmediato. El médico también revisará tu historial médico general: enfermedades previas, medicamentos que tomas (muchos fármacos pueden causar sabor metálico), hábitos como fumar o beber alcohol, antecedentes de radioterapia, etc.

Examen físico de la boca y garganta: Aquí es donde el especialista (sea dentista u otorrino) mirará cuidadosamente dentro de tu boca: lengua, encías, paladar, mejillas, amígdalas, garganta. Buscará cualquier anomalía: úlceras, inflamación, placas blancas o rojas, caries, infecciones, sequedad, masas palpables. También palpará el cuello por si hay ganglios linfáticos inflamados o bultos. Este examen visual y táctil puede revelar causas locales de disgeusia. Por ejemplo, podría encontrarse una infección por hongos en la lengua (tratándola desaparecería el mal sabor), o detectar una lesión sospechosa que necesite biopsia. El médico también examinará la nariz y los oídos si hace falta, porque un problema de olfato o auditivo (nervio cuerda del tímpano pasa cerca del oído medio) podría estar involucrada.

Pruebas de laboratorio y gusto: Dependiendo de lo que se sospeche, se pueden realizar análisis de sangre para buscar deficiencias (zinc, vitamina B12), alteraciones metabólicas (por ejemplo, azúcar en sangre por si fuera diabetes) o marcadores de inflamación/infección. También, si se sospecha un origen neurológico, se podrían solicitar estudios de imagen. En centros especializados, el otorrino puede hacer pruebas gustativas objetivas: hay tests donde te dan a probar distintas soluciones (dulce, salado, ácido, amargo, umami) en concentraciones medidas para ver qué tan bien detectas cada sabor. Incluso existen tiras que se ponen en la lengua con diferentes sabores para cuantificar el umbral de detección. Otra prueba consiste en aplicar químicos en áreas específicas de la lengua para mapear dónde percibes o no los sabores. Son exámenes poco invasivos que ayudan a confirmar la existencia de un trastorno del gusto y su severidad. Sin embargo, no siempre se realizan; muchas veces el diagnóstico de disgeusia es principalmente clínico, basado en lo que cuenta el paciente, porque es una sensación subjetiva que no se “mide” fácilmente.

Estudios de imagen: Si tras lo anterior existe sospecha de un tumor, el médico no se va a quedar con la duda. Podría pedir pruebas de imagen para visualizar las zonas internas que no se ven a simple vista. Las más habituales serían: una resonancia magnética (RM) o tomografía computarizada (TAC) de cabeza y cuello, que permiten detectar masas o lesiones ocultas en la lengua, senos paranasales, base de cráneo, etc. En casos específicos, una endoscopia (por ejemplo, nasofaringoscopia) podría ayudar a inspeccionar la garganta o laringe. Si hubiera una lesión visible en la boca que luce sospechosa (una llaga irregular, un tejido anormal), se procedería a hacer una biopsia: tomar una muestra para analizar en el microscopio y confirmar o descartar un cáncer. Todo este enfoque suena aterrador, pero recuerda: son medidas para estar seguros de qué está pasando. Más vale excederse en precaución con pruebas, que pasar por alto algo importante.

Descartar otras causas y diagnóstico diferencial: A medida que avanza la evaluación, los médicos van descartando causas. Por ejemplo, si tus medicamentos pudieron causarlo, probarán suspender o cambiar alguno; si sospechan síndrome de Sjögren u otra enfermedad autoinmune (que seca la boca), harán pruebas específicas; si todo apunta a efectos secundarios de quimio porque estás en tratamiento de cáncer, entonces no buscarán otro tumor sino manejarán la situación como efecto del ya conocido. Parte del diagnóstico es asegurarse de que no haya señales de alarma de cáncer si la disgeusia es aislada. ¿Cuáles son esas señales de alarma que, junto al sabor raro, encenderían luces rojas? Las más importantes: una llaga oral que no cicatriza en 2 semanas, manchas blancas o rojas persistentes en la mucosa, bultos en boca o cuello, dificultad para tragar progresiva, o dolor local persistente sin causa aparente. Si tienes alguno de estos signos además de la disgeusia, el médico probablemente acelerará los estudios para descartar un tumor lo antes posible.

En resumen, el diagnóstico de la disgeusia implica buscar la causa subyacente. Es un trabajo detectivesco donde se investiga medicación, salud dental, estado nutricional, función neurológica, y posibles lesiones. No te sorprendas si te derivan a varios especialistas: puede intervenir el dentista, el otorrino, el neurólogo o el oncólogo, según lo que se vaya encontrando. La buena noticia es que, una vez identificada la causa, se puede abordar de forma adecuada. Hablemos ahora de ese abordaje: ¿cómo se trata la disgeusia y cuál es el pronóstico, especialmente si está vinculada a un cáncer?

Tratamientos y pronóstico

El tratamiento de la disgeusia dependerá totalmente de su causa. No existe (al menos por ahora) una pastilla mágica cuyo único fin sea “devolverte el gusto normal”. Más bien, el enfoque es tratar o manejar la condición subyacente y dar medidas de apoyo para mitigar el síntoma. Veamos los escenarios principales:

  • Disgeusia por un tumor de cabeza y cuello: Si tras el diagnóstico se confirma que hay un cáncer oral, de lengua, garganta, etc., el paso crítico es tratar ese tumor. Los tratamientos pueden incluir cirugía para remover la lesión, radioterapia, quimioterapia o combinaciones de éstas, según el tipo y etapa del cáncer. Al tratar el cáncer, en muchos casos los síntomas asociados (incluida la disgeusia) tienden a mejorar. Por ejemplo, si un tumor que comprimía un nervio del gusto es extirpado, es posible que la sensación anómala de sabor disminuya gradualmente. El pronóstico aquí dependerá del cáncer en sí: detectarlo tempranamente mejora muchísimo las perspectivas de curación. En ese sentido, podemos decir que si tu alteración del gusto llevó a descubrir un tumor en fase inicial, podríamos considerarlo casi una “señal de aviso” afortunada que permitió un diagnóstico precoz. Tras el tratamiento oncológico, es posible que el gusto no se recupere de inmediato, ya que la cirugía o la radiación pueden haber afectado papilas o nervios, pero con el tiempo suele haber adaptación. El cuerpo es resiliente: otras partes de la lengua pueden compensar en parte la pérdida de sabor en un área dañada.
  • Disgeusia como efecto de quimioterapia/radioterapia: Este es un caso muy frecuente en pacientes oncológicos. Si estás recibiendo quimioterapia y experimentas disgeusia, tu equipo médico seguramente ya estará al tanto, porque hasta la mitad de los pacientes en quimio presentan este problema. ¿Qué se hace en estos casos? Por desgracia, no hay un fármaco específico para corregir la disgeusia causada por tratamiento. Lo que se hace es manejo sintomático: se brindan consejos dietéticos (veremos varios en la siguiente sección), a veces se recomiendan enjuagues especiales (por ejemplo, enjuagues con bicarbonato, que ayudan a neutralizar el mal sabor), y en general se acompaña al paciente asegurando una nutrición adecuada pese a los cambios de sabor. La buena noticia es que esta disgeusia suele ser transitoria. La alteración del gusto por quimioterapia por lo general inicia tras la segunda semana de tratamiento y luego de acabar la quimio puede tomar de 1 a 3 meses (o más) en volver a la normalidad. En algunos casos, en tratamientos muy agresivos, la recuperación completa del gusto puede tardar hasta un año o más. Con radioterapia en cabeza y cuello, a veces ocurre que el sentido del gusto no retorna al 100%, especialmente si hubo daño permanente en glándulas salivales o papilas, pero la mayoría de pacientes describe mejoría progresiva con el paso de los meses. En cualquier caso, el pronóstico de la disgeusia inducida por tratamiento suele ser benigno: es molesta, sí, pero manejable con apoyo nutricional, y tiende a mejorar tras finalizar la terapia. Además, científicos están investigando formas de prevenirla o tratarla (por ejemplo, suplementos de zinc durante la radioterapia han mostrado disminuir un poco la intensidad de la disgeusia).
  • Disgeusia por otras causas tratables: Si la evaluación revela que tu alteración del gusto se debe a causas no oncológicas (lo cual es lo más probable en términos estadísticos), el tratamiento irá enfocado allí. Por ejemplo:
    • Si era por un medicamento, se intentará cambiar la medicación por otra alternativa que no tenga ese efecto secundario. En ocasiones basta con ajustar la dosis o cambiar, por ejemplo, de un antibiótico a otro. Siempre consulta con el médico antes de suspender o cambiar un tratamiento.
    • Si se debía a una deficiencia de vitaminas o minerales (como falta de zinc o B12), suplir esa deficiencia puede resolver la disgeusia en semanas. El zinc, en particular, es importante para la función gustativa; niveles bajos pueden contribuir a la aparición de sabores metálicos.
    • Si la causa es una infección en la boca o nariz, el tratamiento adecuado (antifúngicos para candidiasis oral, antibióticos para sinusitis bacteriana, etc.) normalmente eliminará el mal sabor. Muchas personas comentan que tras curar la infección “les volvió el gusto normal”.
    • En casos de boca seca (xerostomía) no reversible de inmediato (por ejemplo, síndrome de Sjögren o daño posradioterapia), se pueden usar sustitutos de saliva, estimulantes salivares o ciertos colutorios para mejorar el ambiente bucal. Al aumentar la humedad y limpieza de la boca, el gusto mejora.
    • Si la disgeusia se asocia a diabetes no controlada o a problemas de reflujo gastroesofágico (ambos pueden causar sabor amargo metálico), manejar la enfermedad subyacente (controlar la glucemia, dar tratamiento antiácido) suele quitar el síntoma gustativo.
    • En casos extremos en que la disgeusia tiene un componente neurológico central (por un daño cerebral irreversible), a veces el pronóstico del síntoma es incierto. Sin embargo, estos casos son raros.
    • Por último, si no se encuentra ninguna causa orgánica y se sospecha una influencia de ansiedad o factores psicológicos (sí, el estrés puede afectarnos el gusto), se debe abordar el problema de forma integral, quizá con apoyo psicológico. Algunas personas con ansiedad crónica describen sabor amargo constantemente; técnicas de manejo del estrés y tratamiento de la ansiedad pueden, indirectamente, mejorar esa percepción.

En cualquiera de las situaciones anteriores, algo fundamental es mantener la nutrición del paciente. Si la disgeusia está impidiendo comer bien, los médicos podrían involucrar a un nutricionista o dietista especializado, sobre todo en pacientes con cáncer. A veces se recurre a suplementos alimenticios, dietas especiales o recomendaciones muy puntuales para asegurar que, aunque la comida no se saboree igual, el cuerpo siga recibiendo los nutrientes necesarios para sanar.

¿Y el pronóstico a largo plazo? La mayoría de los casos de disgeusia mejoran con el tiempo o con el tratamiento de la causa identificada. Cuando la alteración del gusto proviene de una situación transitoria (infección, fármaco, quimio), uno puede esperar que en meses se revierta. Si proviene de un daño permanente (ej. extirpación de parte de la lengua por un tumor, o radioterapia intensa), puede quedar alguna secuela gustativa pero el paciente suele adaptarse y aprender a disfrutar de la comida de otras formas (texturas, aromas que aún perciba, etc.). En general, el cuerpo tiende a adaptarse: el sistema nervioso puede reconfigurarse en cierta medida para que otros nervios lleven la información del gusto, y las papilas gustativas pueden regenerarse con el tiempo si no han sido completamente destruidas.

Para terminar este apartado, quiero recalcar un mensaje esperanzador: si tu disgeusia termina asociándose a un cáncer, eso no significa necesariamente un mal pronóstico de vida, especialmente si se detecta temprano. Los cánceres de cabeza y cuello detectados en fases iniciales tienen altas tasas de curación con tratamiento adecuado. Y si tu alteración del gusto no era por cáncer, sino por otra causa, seguramente se podrá corregir o al menos manejar para que recuperes el placer de comer. En la siguiente sección, me centraré en esos consejos prácticos que puedes aplicar en casa para sobrellevar la disgeusia, sea cual sea su causa, sobre todo mientras sigues el proceso médico.

Consejos prácticos para pacientes que experimentan disgeusia

Cuando todo te sabe mal o diferente, cada comida puede convertirse en un desafío. Te entiendo perfectamente: puede ser desesperante sentarse a la mesa y no disfrutar nada, o sentir siempre un sabor feo en la boca. Aunque eliminar la disgeusia por completo puede tomar tiempo (hasta tratar la causa de fondo), hay muchas estrategias sencillas que pueden ayudarte a llevarlo mejor día a día. Estos consejos vienen de la experiencia clínica con pacientes oncológicos y de diversas recomendaciones de nutrición:

  • Mantén una higiene bucal excelente: Parece obvio, pero es crucial. Cepíllate los dientes (y la lengua) después de cada comida con un cepillo suave. Usa hilo dental diariamente. Una boca limpia tiene menos bacterias que produzcan sabores desagradables. También, los enjuagues con bicarbonato de sodio antes de las comidas pueden ayudar a neutralizar sabores malos. Por ejemplo, disuelve 1/4 de cucharadita de bicarbonato en medio vaso de agua y haz gárgaras y buches, escupe, luego come; esto puede “resetear” tu paladar temporalmente. Algunos pacientes también encuentran útiles los enjuagues con una solución suave de povidona yodada diluida para disminuir el mal sabor (ojo: no usar por periodos largos sin indicación médica).
  • Prueba utensilios de plástico o de madera: Si notas sabor metálico, evita cubiertos metálicos al comer. Comer con cubiertos de plástico o cucharas de madera puede reducir esa sensación desagradable. También, usar vasitos con tapa o pajilla (popote) para beber puede alejar un poco el líquido de las papilas más afectadas y del contacto con el aire, disminuyendo el gusto metálico.
  • Alimentos fríos o templados mejor que calientes: Servir la comida a temperatura ambiente o fría puede hacerla más tolerable. El calor libera más olores y acentúa los sabores (para bien o para mal). Si todo te sabe muy fuerte o mal, prueba dejar enfriar un poco los platos. Por ejemplo, en vez de una sopa hirviendo, tómala tibia; o come ensaladas de pasta fría en lugar de pasta caliente, etc. Los helados, batidos, gelatinas y postres fríos suelen ser bien recibidos cuando hay disgeusia, porque el frío adormece un poco las papilas y reduce las percepciones desagradables.
  • Evita olores intensos al cocinar: Los olores fuertes pueden disparar sensaciones desagradables en quienes tienen alterado el gusto. Ventila bien la cocina y la casa al preparar alimentos. Si es posible, pide a alguien que te ayude cocinando para que tú no asocies el olor con el sabor. Un extractor o simplemente abrir ventanas hace diferencia. Cocinar hervido o al vapor genera menos olor que asar o freír. Por ejemplo, en lugar de un pescado frito (olor potente), quizás toleres pescado al papillote (mucho más suave en aroma).
  • Condimenta y experimenta con sabores suaves: Puede sonar contradictorio “añadir cosas” cuando ya sientes mal sabor, pero resulta que potenciar ciertos sabores puede contrarrestar otros. Muchos pacientes refieren que agregar un toque ácido ayuda cuando tienen sabor metálico. Marinar las carnes en limón o vinagre suave antes de cocinarlas puede hacer que sepan mejor. Usar hierbas aromáticas y especias (según tolerancia) en las comidas puede aportar sabor sin recurrir a más sal o azúcar. Por ejemplo, cocina el pollo con romero y tomillo, o añade jengibre y limón al té si te sabe amargo. Sin embargo, ten cuidado con los condimentos muy picantes o con exceso de ajo/cebolla si no los toleras. La clave es probar diferentes aliños hasta encontrar qué te sabe aceptable. Cada persona es distinta: algunos sienten repulsión por lo dulce y prefieren todo salado; otros, al revés. Respeta tus preferencias y antojos en este periodo – tu cuerpo a veces “pide” lo que mejor tolera.
  • Texturas y variedad: Si la comida no te sabe bien, al menos busca que se sienta agradable. Juega con texturas distintas: algo crujiente (zanahoria, nueces si las toleras), algo cremoso (yogur, puré), algo jugoso (frutas). A veces, aunque el gusto esté apagado, la textura puede hacer la experiencia más llevadera. También prueba nuevos alimentos que antes no solías comer. Paradójicamente, puede que descubras que algo que no te gustaba ahora sí lo toleras, y viceversa. La disgeusia puede cambiar tus gustos de forma caprichosa. He tenido pacientes que, durante la quimioterapia, de pronto solo disfrutaban alimentos ácidos como encurtidos y frutas cítricas, y otros que encontraban el helado de menta como único sabor agradable. ¡Sé creativo! Mantén una mentalidad abierta para incorporar cosas diferentes y así garantizar nutrición. Eso sí, evita obsesionarte con comer un solo tipo de alimento; la variedad asegura aporte de múltiples nutrientes.
  • Mantente hidratado y cuida la saliva: Bebe sorbos de agua regularmente durante el día. La buena hidratación ayuda a que la boca no se seque y a “arrastrar” sabores residuales. Puedes saborizar ligeramente el agua con rodajas de limón, pepino o hojas de menta para hacerla más apetecible (siempre y cuando esos sabores no te resulten desagradables). Chupar caramelos ácidos o de menta sin azúcar puede estimular la saliva antes de las comidas. Algunas personas mastican chicle sin azúcar de sabor suave para mantener flujo salival. Todo esto contribuye a tener la boca fresca y limpiar las papilas.
  • Pequeñas porciones y comidas frecuentes: Si te cansas rápido de un sabor, no sirve llenarte el plato. Mejor come porciones pequeñas pero más frecuentes a lo largo del día. Un plato muy lleno puede provocarte aversión de solo verlo. En cambio, servirte poco y repetir si te apetece más, es menos abrumador. También puedes intercalar bocados de algo que toleres con lo que menos te guste del plato, para enmascarar. Por ejemplo, alterna un bocado de carne (que te sabe amarga) con uno de puré de patata (que quizás te sepa neutro o mejor). Y no dudes en suplementar con batidos nutricionales si estás comiendo poco; hay fórmulas líquidas enriquecidas que puedes tomar a traguitos cuando no tienes ganas de sólidos.
  • Atención a la higiene dental y olfativa: Visita al dentista para una limpieza si hace mucho que no lo haces, a veces el sarro o problemas gingivales causan mal sabor. Asimismo, un truco: ir oliendo granos de café o limón entre comidas puede “resetear” el olfato (similar a cuando en perfumerías te dan a oler café entre fragancias). Esto a veces ayuda a que el cerebro no se quede enganchado en un solo sabor u olor persistente.
  • Apoyo psicológico: No subestimes el impacto emocional. Comer es un placer y una actividad social; cuando no puedes disfrutarlo, es normal sentirte deprimido o irritable. Habla con tus seres queridos sobre lo que sientes, para que comprendan por qué quizás evitas comidas familiares o estás más ansioso. Si la situación se prolonga, considera buscar ayuda de un psicólogo, especialmente si la disgeusia está ligada a un cáncer y todo el proceso oncológico. Manejar el estrés y la ansiedad puede a su vez mejorar tu percepción gustativa, creando un círculo virtuoso.

Finalmente, ten paciencia contigo mismo y con tu sentido del gusto. Es frustrante, lo sé, pero en la mayoría de los casos esta alteración es temporal. Sigue probando estos consejos hasta dar con tu “kit de herramientas” personal que más te funcione. Y sobre todo, no te aísles ni te resignes: alimentarse bien es parte esencial de tu recuperación y bienestar. Involucra a tus médicos en esta batalla contra el sabor desagradable; ellos pueden darte ideas adicionales, referirte a un nutricionista o incluso recetar suplementos como zinc o vitamina A si consideran que podría ayudarte en la regeneración del gusto. Cada pequeño esfuerzo suma para que vuelvas a saborear la vida como antes.

A continuación, repasemos algunas preguntas frecuentes que suelen tener las personas con disgeusia preocupadas por el cáncer, para reforzar la información clave de forma breve.

Preguntas frecuentes

¿La disgeusia siempre indica un cáncer?

No, para nada. La gran mayoría de las veces la disgeusia NO significa que tengas cáncer. Un sabor metálico o alterado en la boca por sí solo, sin otros síntomas, raras veces es la primera manifestación de un cáncer. Existen montones de causas benignas: medicamentos, infecciones, estrés, deficiencias nutricionales, etc. De hecho, antes de pensar en cáncer, los médicos suelen descartar esas causas más comunes. Ahora bien, sí puede ser un síntoma acompañante de ciertos cánceres (sobre todo de cabeza y cuello), por lo que si es persistente conviene investigarlo. La clave es: disgeusia aislada usualmente no es cáncer, pero disgeusia + otros signos de alarma podría ameritar estudios para descartar uno. En cualquier caso, ante la duda, consulta a tu médico para quedarte tranquilo.

¿Qué tipos de cáncer causan alteraciones del gusto?

Principalmente los tumores de la cabeza y el cuello (cavidad oral, lengua, garganta, laringe) son los vinculados con disgeusia. Estos pueden interferir con las papilas gustativas o nervios del gusto, produciendo sabores extraños persistentes. También, cánceres que afecten las glándulas salivales (por la sequedad resultante) o algunos tumores cerebrales (que dañan vías nerviosas del gusto) podrían causar disgeusia, aunque estos son escenarios menos frecuentes. Cánceres sistémicos avanzados (como un pulmón muy avanzado) rara vez provocan alteraciones del sabor por mecanismos metabólicos, pero siempre junto a otros síntomas mayores. En resumen, si hablamos de síntoma característico, es en cánceres de cabeza y cuello donde la disgeusia encaja, más que en otros tipos de cáncer.

Tengo un sabor metálico constante; ¿qué debo hacer?

Lo primero es no asustarte, pero tampoco ignorarlo si ya lleva varios días o semanas. Revisa cosas simples: ¿Estás tomando algún medicamento nuevo que pueda explicarlo? ¿Has tenido congestión nasal, problemas dentales o cambios en tu dieta? Si identificas algo evidente (por ejemplo, empezó tras un antibiótico), coméntalo con tu médico para ver si puede ajustarse. Si no encuentras causa aparente y el sabor metálico persiste más de una o dos semanas, agenda cita con tu médico de cabecera u otorrino. Ellos evaluarán tu caso (verán tu boca, preguntarán por otros síntomas) para determinar los siguientes pasos. No entres en pánico pensando lo peor: recuerda que es más probable una causa benigna. Mientras esperas la consulta, puedes aplicar los consejos prácticos que mencionamos (higiene, bicarbonato, utensilios plásticos, etc.) para ver si mejora. Y muy importante: no dejes que el mal sabor te haga dejar de comer; intenta mantener la mejor alimentación posible, aunque tengas que modificar sabores.

¿Cómo se diagnostica la causa de la disgeusia? ¿Hay alguna prueba específica?

El diagnóstico comienza con una buena historia clínica y examen físico. El médico buscará causas comunes (medicamentos, deficiencias, infecciones). Revisará tu boca y garganta en busca de lesiones o infecciones. Puede pedir análisis de sangre (por ejemplo, niveles de zinc, B12, glucosa) para detectar problemas metabólicos asociados. Si sospecha de algo en particular, solicitará pruebas de imagen como TAC o resonancia de cabeza/cuello, o una endoscopia, especialmente si ve lesiones sospechosas que puedan ser un tumor. En cuanto a pruebas específicas del gusto, en algunos centros el otorrino realiza tests gustativos: te darán a probar diferentes soluciones dulces, saladas, amargas, etc., para medir qué tanto percibes, o colocarán sustancias en tu lengua para mapear dónde hay alteración. También evaluarán tu olfato, ya que está muy ligado. No hay un único “examen de disgeusia” general; es más bien un conjunto de pasos para ir descartando causas hasta dar con la correcta. Y si lamentablemente se hallara un tumor, el diagnóstico se confirma con una biopsia de la lesión.

¿La disgeusia tiene tratamiento o cura?

Sí, pero el tratamiento depende de la causa. No existe un fármaco único que quite la disgeusia de cualquier origen. Si la causa es tratable (una infección, una deficiencia, un medicamento), solucionando eso suele desaparecer la disgeusia. Si la causa es un tumor, al tratar el cáncer con cirugía o terapia oncológica muchas veces mejora el gusto (aunque a corto plazo la quimio/radio puedan empeorarlo). Para la disgeusia inducida por quimioterapia, no hay un remedio infalible, pero la buena noticia es que tiende a mejorar espontáneamente algunos meses después de terminar el tratamiento. Mientras tanto, se recomiendan medidas de soporte: asesoramiento nutricional, enjuagues (como de bicarbonato), evitar utensilios metálicos, aderezar de formas inteligentes los alimentos, etc. Algunos estudios sugieren que el zinc como suplemento podría ayudar en ciertos pacientes (solo si el médico lo indica, porque en exceso también es dañino).

¿Qué puedo comer si todo me sabe mal?

Esta es quizás la pregunta más práctica. Come lo que mejor toleres y te aporte nutrición, aunque sea poco convencional. No existe una dieta universal para la disgeusia porque cada persona percibe diferente. En general, puedes intentar:

  • Alimentos suaves en sabor y olor: arroces, pastas, patatas, pollo o pescado blanco sin muchas especias, tortillas, quesos suaves, yogures. Son opciones que raramente generan rechazo fuerte.
  • Potenciar sabores ácidos/dulces si te resultan agradables: por ejemplo, añadir un chorrito de limón a las comidas (siempre que no tengas heridas en la boca, porque arde), frutas cítricas o dulces frescas, aderezos agridulces.
  • Evitar por ahora carnes rojas si les sientes sabor desagradable; en su lugar, conseguir proteínas de huevos, legumbres, pollo/pavo, pescado u otras fuentes que te sepan mejor. Si tienes aversión a la carne roja por sabor amargo (a veces ocurre por la urea que contiene), marinarla con vino, hierbas o prepararla en guisos puede enmascarar ese sabor.
  • Probar sustitutos de comidas: batidos nutricionales de chocolate/vainilla (muchas veces esos sabores dulces son más tolerables), sopas nutritivas licuadas que puedes beber con pajilla si masticar te resulta desagradable, etc.
  • Especias y hierbas aromáticas como albahaca, orégano, perejil, cilantro, jengibre, canela… pueden ayudarte a saborear algo diferente. Úsalas según tus preferencias; por ejemplo, si el café te sabe mal, quizás un té con canela y miel te agrade más.
  • Textura: si los sólidos te empalagan, ve por purés, cremas o smoothies; si lo blando te repulsa, come cosas crujientes como galletas saladas suaves mojadas en algo.
  • Y muy importante: no te obligues a comer algo que te sabe horrible solo porque “es sano”. Busca alternativas equivalentes. Si no toleras vegetales amargos como brócoli, come otras verduras más neutras (calabacín, zanahoria cocida) o toma un suplemento vitamínico temporalmente con indicación médica. La nutrición en disgeusia es un juego de sustituciones inteligentes.
    Si la situación es crítica y casi nada te entra, por favor ponte en contacto con un nutricionista clínico; existen dietas especiales y suplementos que pueden ser necesarios para evitar desnutrición. Pero en la mayoría de los casos, aplicando los trucos de la sección de consejos prácticos, encontrarás al menos un puñado de alimentos que puedes seguir comiendo sin que sea una tortura. Recuerda que esta fase es temporal y conforme mejore la causa, podrás reintroducir alimentos que dejaste.

Espero que este artículo te haya brindado información valiosa y tranquilidad. En primera persona te comparto que he visto muchos casos de disgeusia y entiendo tu angustia, pero también he visto cómo, con la evaluación correcta y un manejo integral, la gran mayoría de las personas logran superar este síntoma o al menos sobrellevarlo mucho mejor. Si sospechas que puede ser signo de algo serio, no dudes en consultar a un médico: la evaluación temprana es tu aliada, y recordar que saber es poder. Y si estás pasando por un tratamiento oncológico y lidiando con cambios de sabor, ten la certeza de que no estás solo; tu equipo de salud puede ayudarte con medidas de soporte y hay toda una comunidad de pacientes que han pasado por lo mismo y han salido adelante. Recuperar el placer de comer es posible. ¡Mucho ánimo y que pronto puedas volver a disfrutar tus sabores favoritos!

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José Bartolomé cleardent
Odontólogo
El Dr. José Bartolomé Lechuga, odontólogo especializado en prostodoncia y cirugía bucal, se dedica a la odontología general y estética desde 2021. Su compromiso con la formación continua y su habilidad en tratamientos personalizados le permiten entender y satisfacer las necesidades estéticas y funcionales de sus pacientes. Como profesor colaborador en la Universidad CEU San Pablo y reconocido por importantes sociedades científicas, el Dr. Lechuga se esfuerza por devolver la confianza a sus pacientes, destacándose por su excelencia clínica y su pasión por mejorar cada sonrisa.

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