
¿Tu hijo tiene 7 años y aún no ha perdido ningún diente de leche? Descubre por qué puede ocurrir, cuándo preocuparse y qué hacer según un odontopediatra.

Descubre por qué las caries en dientes de leche son un problema serio, cómo prevenir la caries infantil y qué hacer si tu hijo tiene una. Guía completa de una odontopediatra con consejos, tratamiento y cuidados.
Soy odontopediatra y quiero hablarte de un problema común y serio en la salud bucodental infantil: las caries en los dientes de leche (también conocidas como caries en edad temprana). Aunque estos primeros dientes son temporales, las caries en dientes de leche pueden ser muy agresivas y progresar rápidamente. Muchos padres piensan que, al ser piezas que “se caerán solas”, no es grave que desarrollen caries, pero esta idea es un mito. Los dientes de leche cumplen funciones esenciales en el desarrollo de tu hijo: permiten masticar, hablar correctamente y mantener el espacio para los dientes permanentes. Descuidarlos puede ocasionar dolor, infecciones e incluso problemas futuros de alineación. En este artículo te voy a explicar por qué es vital cuidar los dientes de leche, cómo identificar la caries infantil a tiempo, cómo prevenirla y qué tratamientos existen para las caries en niños pequeños. Mi objetivo es que cuando termines de leer, tengas toda la información y consejos prácticos que necesitas para proteger la sonrisa de tu hijo. ¡Comencemos!
¿Por qué los niños son tan vulnerables a las caries? Hay varios factores:
La caries en dientes temporales se origina por la combinación de bacterias, azúcares, mala higiene y esmalte vulnerable. Conocer estas causas nos ayudará a entender cómo prevenirla, tema que abordaremos en secciones posteriores.
Puede que te preguntes: «Si el diente de leche se va a caer, ¿realmente importa tratar la caries?» La respuesta es sí, importa y mucho. Ignorar una caries infantil puede tener graves consecuencias a corto y largo plazo:
Por lo tanto, tratar las caries en dientes de leche es necesario para evitar dolor, proteger los dientes permanentes y asegurar un desarrollo bucodental adecuado. Nunca debemos pensar que “da igual porque se caerá”; ese pensamiento puede costarle caro a la salud del niño. Si notas o sospechas que tu hijo tiene una caries, acude al odontopediatra cuanto antes. Cuanto más temprana sea la intervención, más sencillo y efectivo será el tratamiento.
Detectar a tiempo una caries incipiente en tu hijo puede marcar la diferencia entre un pequeño empaste o tratamientos más complejos. ¿En qué debes fijarte? Algunos signos de alarma son:
Recuerda que las caries avanzan rápido en niños, así que el tiempo es oro. Si actúas cuando solo ves una mancha blanca, posiblemente evites el empaste. Si esperas a que haya dolor, el tratamiento será más complejo. Mi consejo profesional: Revisa los dientes de tu hijo regularmente en casa (en un lugar bien iluminado, incluso con una linterna). Hazlo de forma lúdica, como un juego de “vamos a contar los dientecitos”, para que el niño no se asuste. Y ante cualquier duda, consulta.
Hemos hablado un poco de cómo se forma la caries, pero profundicemos en las situaciones concretas que disparan el riesgo de caries infantil. Entender las causas nos ayudará a evitarlas:
La falta de higiene dental es la causa número uno. Si no cepillamos los dientes de leche a diario, la placa bacteriana (esa película pegajosa de bacterias y restos) campa a sus anchas. La placa convierte azúcares en ácidos que causan caries, así de simple. Muchos padres no limpian las encías o dientes de sus bebés pensando que “aún es pequeño”. Error: desde antes del primer diente se recomienda limpiar encías con una gasita húmeda diaria, y cuando brota el diente, empezar con cepillo infantil y pasta fluorada (tamaño “grano de arroz” de pasta). Si tu hijo ya es mayorcito, asegúrate de que se cepilla al menos dos veces al día (mañana y noche) y supervisa o repasa su cepillado hasta que tenga la destreza suficiente (aproximadamente hasta los 7-8 años). Un cepillado nocturno deficiente es especialmente dañino: dormir con restos de leche o comida en la boca es dejar un banquete nocturno a las bacterias.
No es sorpresa: el consumo frecuente de dulces y bebidas azucaradas provoca caries. En los peques, esto incluye no solo chuches o chocolates, sino galletas, bollería, zumos de cajita, batidos, refrescos y alimentos de grano refinado (pan blanco, pasta) que se convierten rápidamente en azúcares simples. Dos escenarios típicos de riesgo son:
Una mala alimentación con exceso de azúcares es receta segura para caries. Complementariamente, falta de nutrientes como calcio, fosfato, vitamina D o magnesio también puede debilitar los dientes. Asegúrate de que la dieta de tu hij@ incluya lácteos, frutas, verduras y proteínas, no solo carbohidratos.
Como mencioné, las bacterias que causan caries pueden pasar de tu boca a la de tu hijo. Costumbres aparentemente inofensivas como soplar su comida, «limpiar» su chupete con tu saliva, o compartir cuchara pueden transferir Streptococcus mutans y compañía a tu bebé. Incluso besos en la boca (que algunos padres dan a sus bebés) son una vía. Lo mejor es evitar estas prácticas: lleva siempre un repuesto limpio de chupete, usa agua para enfriarle la papilla en vez de soplarla, y no compartas utensilios de comida. También, cuida tu propia salud bucal: si los padres tienen muchas caries sin tratar, hay más bacterias para pasar al niño.
Hay niños más predispuestos a caries que otros, incluso con higiene y dieta similares. Pueden influir factores como:
Si sabes de antecedentes en la familia de problemas dentales severos en la infancia, extrema precauciones con tu hijo, pero sobre todo concéntrate en los factores modificables (higiene y dieta), que son los más importantes.
El flúor es un aliado poderoso contra la caries, porque refuerza el esmalte y lo hace más resistente al ataque ácido. La falta de exposición al flúor aumenta el riesgo de caries. Hoy en día, muchas regiones cuentan con agua potable fluorada, y además usamos pastas dentales fluoradas. Pero si, por ejemplo, usas solo pasta sin flúor “por ser natural” o no das suplemento de flúor en zonas no fluoradas, podrías estar dejando los dientes de tu hijo desprotegidos. Usa pasta dental con al menos 1000 ppm de flúor para niños (desde el primer diente), en cantidad adecuada a su edad. Consulta al pediatra u odontopediatra si en tu zona el agua no tiene flúor, puede que recomienden gotas o barnices tópicos.
En conclusión, las causas de la caries infantil giran en torno a malos hábitos (higiene inadecuada, dieta azucarada) y ciertos factores de riesgo (bacterias transmisibles, esmalte débil). La buena noticia es que casi todos son prevenibles con medidas que veremos a continuación.
La prevención es la clave. Evitar la caries es mucho más fácil, barato y agradable que tratarla. Como madre y odontopediatra, te comparto estos consejos prácticos para mantener a raya la caries infantil:
Los niños aprenden por imitación. Si te ven cuidar de tus dientes, querrán hacerlo también. Crea rutinas familiares de cepillado: por ejemplo, cepíllense todos juntos antes de dormir, así ellos ven que mamá y papá también lo hacen. Convierte el cepillado en un juego: hay canciones del “hora de cepillar”, relojes de arena para cronometrar 2 minutos, cuentos sobre dientes limpios… La actitud positiva es importante. No uses nunca el dentista como amenaza («si no te cepillas, el dentista te va a pinchar»), al contrario, preséntalo como un amigo que cuida sus dientes.
Y un detalle: no premies a tu hijo con chuches por portarse bien, es contradictorio. Si merece un premio, mejor pegatinas, parques, un cuento, etc., no comida poco saludable.
A pesar de todos nuestros esfuerzos, es posible que un día nos encontremos con que nuestro hijo tiene una caries. ¿Qué hacemos entonces? Tranquilo/a, tiene solución. El tratamiento de la caries infantil dependerá de cuánto haya avanzado la lesión. Las opciones principales son:
Si la caries está en su fase inicial y aún no hay cavidad, a veces podemos revertirla sin taladro. ¿Cómo? Mejorando la higiene en casa, aplicando flúor profesional en la consulta y vigilando de cerca. El odontopediatra limpiará la superficie, aplicará un barniz o gel de flúor concentrado sobre la mancha blanca, y te dará indicaciones estrictas de cepillado y dieta. Con esto, en muchos casos la lesión se detiene e incluso se remineraliza (la mancha puede no desaparecer del todo, pero mientras no progrese estamos bien). Esta estrategia se llama tratamiento remineralizante o de lesión reversible. Importante: solo funciona si la caries está en esmalte superficial. En cuanto hay cavitación (agujerito) ya no es efectiva.
Cuando la caries ya agujereó el esmalte pero no ha llegado al nervio, el tratamiento habitual es un empaste (obturación). Consiste en: eliminar con instrumental rotatorio o manual la parte del diente dañada (el tejido infectado y reblandecido), limpiar bien la zona, y rellenar el hueco con un material de obturación (resina del color del diente, generalmente, o ionómero de vidrio en algunos casos). Es un procedimiento similar al de adultos, adaptado a niños en cuanto a materiales y manejo de la ansiedad. Suele requerir anestesia local para que el niño no sienta dolor. Con un empaste, logramos parar la caries y restaurar la forma y función del diente. El diente de leche podrá seguir cumpliendo su papel hasta que toque su recambio natural.
Si la caries fue muy rápida o tardía en tratar, puede haber alcanzado la pulpa (el “nervio”). En un diente adulto eso implica endodoncia (matar el nervio) o extracción; en odontopediatría tenemos procedimientos especiales llamados pulpotomía y pulpectomía:
Estos tratamientos pulpares permiten conservar el diente de leche hasta que sea el momento de cambiarlo, evitando extracciones tempranas y manteniendo así el espacio.
Si el diente está tan dañado que no se puede salvar (por ejemplo, la corona destruida casi por completo, un absceso grande que ha dañado raíz), entonces hay que extraer ese diente de leche. Sé que suena drástico, pero a veces es la única opción para eliminar la infección y proteger la salud del niño. Tras la extracción, como mencionamos, normalmente colocaremos un mantenedor de espacio. Este puede ser un aparatito fijo (una banda con un alambre que mantiene el hueco) o removible, dependiendo de la edad y colaboración del niño. El mantenedor se retira cuando asoma el diente definitivo correspondiente.
Tratar caries en niños implica también manejar su ansiedad o miedo. En clínica usamos técnicas de adaptación psicológica (contar-mostrar-hacer, refuerzo positivo, pequeños descansos durante el tratamiento, etc.). Para caries múltiples, a veces recomendamos sedación consciente o, en casos extremos, tratamiento bajo anestesia general en quirófano, si el niño es muy pequeño o no colabora nada y tiene muchas piezas que tratar. Eso se valora individualmente.
Después de cualquier tratamiento, siempre reforzamos con los padres la necesidad de continuar con buenas prácticas de higiene y dieta para que no aparezcan nuevas caries. Un empaste no inmuniza contra futuras caries: si se mantienen las causas, puede salir otra al lado. Por eso, me gusta mucho trabajar en educación preventiva con la familia durante todo el proceso.
Sí, se debe empastar o tratar. No hay que esperar, porque una caries en un diente de leche puede causar dolor e infección y afectar al diente definitivo que viene detrás. Tratarlo evita problemas mayores. Aunque el diente eventualmente se caerá, necesitamos que cumpla su función hasta entonces. Si la caries es pequeña se hace un empaste; si es más grande, quizá una pulpotomía/pulpectomía. Solo “esperamos” sin tratar en casos muy puntuales donde el diente está a semanas de caerse de forma natural y la lesión es superficial. En general, siempre tratar para mantener la salud bucal del niño.
En ese caso, su dentista seguramente le colocará un mantenedor de espacio. Este aparato conserva el hueco dejado por el diente extraído, impidiendo que los dientes vecinos lo invadan. Así, cuando erupcione el diente permanente, encontrará el espacio adecuado. Sin mantenedor, existe riesgo de malposición del diente futuro o apiñamiento dental. Por eso es parte del tratamiento integral ante una extracción prematura.
La caries de biberón es un tipo de caries rampante en bebés y niños pequeños, provocada por la exposición prolongada y frecuente de los dientes a líquidos azucarados en el biberón. Afecta sobre todo a los cuatro incisivos superiores, que se ven muy cariados (manchas marrones/negras). Para evitarla: no dejes que tu bebé se duerma succionando el biberón de leche, fórmula o jugo. Si necesita algo para dormir, dale un biberón de agua pura. Tampoco endulces el chupete. Comienza a limpiar sus dientes/encías desde muy temprano. Y realiza la primera visita al odontopediatra alrededor de su primer año de vida para revisar que todo esté bien.
Es normal que muchos niños rechacen al principio el cepillado, pero es fundamental insistir con suavidad y creatividad. Prueba distintas estrategias: cepillos de dedo de silicona en bebés, jugar a que muerda el cepillo mientras le cantas, usar dos cepillos (uno para que él manipule y otro tú), cepillar delante del espejo haciendo muecas, etc. A veces ayuda poner dibujos animados o canciones del “cepillado”. Lo importante es no rendirse: aunque llore un poco al principio, hay que limpiarle los dientes porque es por su bien. Mantén la calma, hazlo rápido pero bien. Con el tiempo se acostumbrará. Si aún así es batalla campal diaria, consúltalo con el odontopediatra; te puede dar técnicas específicas o incluso derivarte a un coach de higiene. Pero en general, con paciencia y rutina, casi todos los niños terminan aceptándolo.
La predisposición puede heredarse, pero no la caries en sí. Los hábitos familiares influyen más que la genética. Es cierto que hay factores genéticos (como esmalte más débil o ciertas bacterias) que pueden hacer a un niño más proclive, pero la caries es prevenible aunque haya predisposición. Si tú de niño tuviste muchas caries, usa eso de motivación para ser muy estricto con la prevención en tu hijo: aplícale flúor, no abuses de azúcares en su dieta, llévalo al dentista pronto. Verás que no está escrito en piedra que él también deba tener muchas caries. Con buenos cuidados, puede tener una infancia sin apenas problemas dentales.
Los dientes de leche empiezan a caerse alrededor de los 6 años (incisivos) y siguen cayendo hasta los 12-13 años (últimos molares de leche). Si tu hijo tiene 3 o 4 años y una caries en una muela de leche, esa muela aún debe durarle quizá 6-7 años más; no esperes a que “se caiga” porque falta mucho y la caries la destruirá antes. Cada diente de leche tiene su cronología de recambio: consulta con el dentista cuánto falta para que se caiga naturalmente esa pieza en particular. Pero mientras tanto, si está cariada, hay que mantenerla sana el tiempo que le quede.
Lamentablemente sí, puede ocurrir, ya que hay factores fuera de nuestro control absoluto (como transmisión bacteriana temprana o esmalte menos resistente). Si pese a cepillarle bien y controlar azúcares tu hijo presenta una caries, no te sientas culpable. Simplemente abórdala rápidamente con el dentista y refuerza lo que puedas la prevención. A veces decimos que hay “niños cariogénicos” que con cualquier descuido desarrollan caries. En ellos, debemos ser aún más meticulosos: quizá llevarlo al dentista cada 4 meses, aplicar flúor tópico con más frecuencia, etc. La prevención se individualiza según el riesgo. Pero tranquilo, con constancia se puede minimizar el impacto.
Como has visto, la caries en dientes de leche no es un problema menor ni algo que debamos ignorar esperando que “se le pasará cuando cambie los dientes”. Al contrario, es una condición que debemos prevenir y tratar con la misma importancia que si fuera en un adulto, incluso más, dado el impacto que tiene en la salud y desarrollo de los más pequeños. La intención principal de quienes buscan “caries en dientes de leche” suele ser entender qué hacer ante una caries en el diente de su hijo, saber cómo evitar que salgan más, y qué consecuencias puede tener no actuar. Espero sinceramente que este artículo, escrito desde mi experiencia profesional con un tono empático y cercano, haya resuelto todas esas dudas.
A modo de resumen final: cuidar los dientes de leche es cuidar la futura sonrisa adulta de tu hijo. Prevé la caries con buenos hábitos de higiene desde bebé, dieta baja en azúcar, flúor y visitas al dentista tempranas. Si aparece una caries, trátala a tiempo para evitar dolor y complicaciones. Ninguna pregunta sobre la salud de tu hijo es tonta o exagerada: infórmate con fuentes fiables, pregunta a profesionales y toma acción.
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