
El sarro dental, también llamado cálculo dental o tártaro, es un depósito duro de color amarillento o marrón que se forma sobre la superficie de los dientes por la mineralización de la placa bacteriana (biofilm oral). Está compuesto por una matriz inorgánica rica en sales de calcio y fosfato, junto con una fracción orgánica de microorganismos muertos, proteínas salivares y restos alimenticios calcificados. En la práctica odontológica moderna, el sarro reviste gran importancia debido a su alta prevalencia (afecta hasta ~90% de la población) y a su relación directa con enfermedades gingivales y periodontales. Su presencia proporciona una superficie rugosa y porosa donde se adhieren nuevas bacterias patógenas, contribuyendo a la gingivitis y, si no se controla, a la periodontitis (destrucción de los tejidos de soporte dental). Por ello, la detección y eliminación del sarro son partes fundamentales de la odontología preventiva y terapéutica actuales.
Composición química: El sarro dental se compone aproximadamente de un 70–80% de material inorgánico (principalmente cristales de fosfato de calcio) y un 20–30% de material orgánico. Entre los componentes inorgánicos predominan minerales como la hidroxiapatita, la whitlockita, el fosfato octacálcico y la brushita, que le confieren su dureza característica. Estos cristales se forman al precipitar los iones de calcio (Ca^2+^) y fosfato (PO_4^3-^) presentes en la saliva o en el fluido crevicular de las encías. La porción orgánica del cálculo incluye bacterias muertas encapsuladas en una matriz de polisacáridos, proteínas salivares absorbidas selectivamente y restos orgánicos del biofilm original. Esta combinación de componentes hace que el sarro esté firmemente adherido al diente y sea altamente resistente a la remoción mediante cepillado convencional.
En odontología se distinguen dos tipos principales de sarro, según donde se acumule:
Textura y adherencia: Independientemente de su ubicación, la superficie del sarro es áspera y porosa, ofreciendo nichos donde las bacterias pueden alojarse y protegerse. Esta rugosidad facilita la colonización bacteriana continua, creando un ciclo en el que sobre el sarro existente se forma nueva placa que a su vez puede mineralizarse. El cálculo se adhiere firmemente al esmalte dental o a la superficie radicular (cemento) mediante fuerzas físicas (fuerzas de Van der Waals, adhesión mecánica a las irregularidades del diente) y químicas. Con el tiempo, penetra en las irregularidades microscópicas del diente, lo que dificulta aún más su eliminación. Es importante destacar que una vez formado, el sarro no puede ser removido con el cepillado o el uso de hilo dental por parte del paciente; solo la intervención profesional mediante instrumentación adecuada logra desprenderlo.
El sarro dental se origina a partir de la placa bacteriana, que es un biofilm blando compuesto por bacterias vivas, polisacáridos y restos orgánicos adherido a la superficie dental. Inicialmente, tras una limpieza dental, las proteínas de la saliva forman una película adquirida sobre el diente en pocas horas. Sobre esta película, las bacterias comienzan a colonizar y formar microcolonias en 24–48 horas, produciendo una matriz extracelular que las rodea. Si la placa bacteriana no se remueve de manera rutinaria, en cuestión de días empieza a sufrir calcificación por la deposición de minerales disueltos en la saliva. Las bacterias del biofilm modifican el microambiente: consumen nutrientes y producen subproductos que pueden alterar el pH local. En condiciones favorables (pH neutro o ligeramente alcalino), los cristales de fosfato cálcico comienzan a precipitar en la matriz de la placa, endureciéndola gradualmente. Este proceso de mineralización puede iniciarse a los pocos días de formación de la placa y progresar hasta convertirla en una masa dura en el transcurso de unas dos semanas, aunque varía según la química salival y la higiene de cada individuo.
La presencia de ciertas bacterias y sus productos es crítica en la formación de sarro. Las bacterias del biofilm dental concentran iones minerales del medio: por ejemplo, metabolizan proteínas y urea liberando amoníaco, lo que eleva el pH local y favorece la precipitación de calcio y fosfato. Además, durante la inflamación gingival las bacterias estimulan la liberación de enzimas como la fosfatasa alcalina (de células del huésped), que descomponen compuestos fosforados orgánicos liberando más fosfato inorgánico en el entorno. La combinación de un aumento en la concentración de calcio/fosfato y un pH más alcalino crea las condiciones ideales para la cristalización sobre la placa dental. Es por ello que ciertas zonas con menor flujo salival o con placa madura tienden a calcificarse más rápido.
A medida que el biofilm se mineraliza, muchas bacterias quedan atrapadas y mueren, quedando sus células incrustadas en la masa de sarro. Sin embargo, la capa externa del cálculo suele estar cubierta por placa no mineralizada activa, manteniendo un frente bacteriano en contacto con el tejido gingival. Algunos microorganismos, como Actinomyces spp. y Veillonella, se han asociado a la formación de cálculo por su capacidad de crear un ambiente alcalino, mientras que otros (p.ej. Streptococcus mutans) contribuyen más a la formación de placa acidogénica (asociada a caries) que a la calcificación. Se observa así que la ecología microbiana de la placa madura cambia a medida que se calcifica: el sarro madura tiende a albergar comunidades bacterianas más asociadas a enfermedad periodontal (anaerobios gramnegativos) en su superficie rugosa.
No solo las bacterias per se influyen en la formación del sarro; también intervienen factores del huésped como la composición de la saliva y la respuesta inmune local. La saliva de cada individuo posee concentraciones variables de minerales (calcio, fosfatos, fluoruro), proteínas (por ejemplo, estaterina, prolina) y capacidad tampón que afectan la velocidad de calcificación. Por ejemplo, una saliva con alto contenido de calcio y pH elevado puede promover una calcificación más rápida de la placa. Estudios recientes han encontrado diferencias en el proteoma salival entre formadores rápidos de sarro y formadores lentos, sugiriendo que ciertas proteínas salivares y propiedades físico-químicas de la saliva modulan la tendencia a acumular cálculo. Además, el flujo salival y factores como medicamentos, dieta o hidratación pueden alterar la producción de sarro.
El sistema inmunitario local en las encías también desempeña un papel. Durante la inflamación gingival, los neutrófilos liberan trampas extracelulares de neutrófilo (NETs), estructuras de ADN y enzimas diseñadas para atrapar bacterias. Investigaciones recientes indican que estas NETs pueden convertirse en un andamiaje que facilita la calcificación dentro del biofilm, contribuyendo a la formación de sarro. Es decir, componentes de la respuesta inmune (como el ADN de neutrófilos muertos) se integran a la placa y actúan como núcleos de cristalización. Esta interacción entre bacterias (factores microbianos), saliva (factores del huésped) y respuesta inflamatoria (factores inmunológicos) explica por qué el sarro tiende a formarse especialmente en zonas donde coexisten placa madura e inflamación gingival crónica.
La detección del sarro dental es parte rutinaria del examen odontológico. El sarro supragingival suele diagnosticarse por inspección visual – se observa como depósitos duros amarillentos o marrones adheridos a los dientes, que pueden teñirse con reveladores de placa. El sarro subgingival, al estar oculto bajo la encía, se detecta palpando con un explorador periodontal (que “raspa” la raíz indicando su presencia) o mediante radiografías interproximales, en las que el cálculo aparece como zonas opacas adjuntas a la superficie radicular. Los dentistas y higienistas dentales registran la localización y cantidad de sarro durante la evaluación periodontal, ya que su presencia se asocia con profundidades de sondaje mayores y sangrado gingival. En índices periodontales, el cálculo suele cuantificarse para valorar la higiene: por ejemplo, el Índice de cálculo del paciente (Calculus Index) puede graduarse como leve, moderado o abundante para planificar el tratamiento.
Debido a que el sarro adherido no puede ser eliminado con métodos de higiene oral casera, su tratamiento principal es la remoción profesional a través de la limpieza dental. La profilaxis dental es el procedimiento preventivo en el cual el odontólogo o higienista elimina el sarro supragingival y la placa acumulada, generalmente en pacientes con encías sanas o gingivitis leve. Esta limpieza profesional incluye típicamente raspado dental y pulido: primero se usa instrumental manual (curetas, instrumentos de escariado) y/o dispositivos ultrasónicos para desprender los depósitos de cálculo, y luego se pulen las superficies dentales con pastas abrasivas para retrasar la recolonización. En casos de depósitos supragingivales leves, la profilaxis puede realizarse sin anestesia y en una sola sesión, enfocándose en las zonas habituales de acumulación (dientes anteriores inferiores, molares superiores, bordes gingivales). Es un procedimiento seguro y rutinario, esencial para prevenir la progresión de la gingivitis a enfermedad periodontal. Diversos estudios sostienen que incluso con buena técnica de cepillado, siempre quedan áreas donde el sarro puede desarrollarse con el tiempo, por lo que se recomienda una limpieza profesional periódica (usualmente cada 6 meses, aunque la evidencia sobre la frecuencia ideal no es concluyente).
Cuando existe sarro subgingival significativo asociado a periodontitis, es necesario un tratamiento más profundo llamado raspado y alisado radicular (RAR) o curetaje periodontal. Este procedimiento consiste en eliminar todo el cálculo adherido a las raíces dentales por debajo de la encía, junto con la placa bacteriana subgingival y el cemento dental contaminado, seguido de un alisado de la superficie radicular para retardar nueva colonización. Dado que el sarro subgingival suele estar fuertemente adherido e incluso penetrado en las irregularidades radiculares, el RAR suele realizarse bajo anestesia local por cuadrantes (secciones de la boca) para mayor comodidad del paciente. Se emplean curetas periodontales especializadas y dispositivos ultrasónicos de insertos delgados que permiten alcanzar el fondo de las bolsas periodontales. El objetivo es dejar la raíz limpia y lisa, lo que favorece la readherencia de la encía y la cicatrización. El raspado y alisado radicular es un pilar del tratamiento periodontal en pacientes con periodontitis incipiente a moderada, y numerosos estudios demuestran su efectividad en reducir la inflamación y detener la progresión de la pérdida ósea periodontal cuando se elimina exhaustivamente el sarro subgingival. Tras la fase de raspado, es común reevaluar las encías a las pocas semanas: si persistieran depósitos en zonas profundas inaccesibles (por ejemplo, furcas o bolsas muy profundas), se consideraría entonces una intervención quirúrgica periodontal.
En situaciones de periodontitis avanzada, donde existen bolsas periodontales profundas (>5 mm) y acumulación de sarro persistente, puede requerirse una cirugía periodontal de acceso para eliminar completamente el cálculo. Procedimientos como la cirugía de colgajo (levantamiento quirúrgico de la encía) permiten visualizar y acceder directamente al sarro subgingival remanente en las raíces para removerlo bajo visión directa, seguido de un alisado radicular minucioso. Esta intervención se reserva para casos en que el raspado cerrado (no quirúrgico) resulta insuficiente para eliminar el cálculo debido a la profundidad o localización complicada. Tras la cirugía de acceso y desbridamiento, la encía se reposiciona ajustada al diente, reduciendo la profundidad de bolsa y facilitando el control futuro de placa. Otras técnicas quirúrgicas asociadas pueden incluir la gingivectomía (recorte de encía) en casos de agrandamiento gingival con abundante sarro subgingival, o la regeneración tisular guiada si hay defectos óseos significativos (además de la eliminación del cálculo). En todos los casos, la eliminación completa de los depósitos de sarro es un objetivo fundamental para restablecer la salud periodontal. Tras el tratamiento, se refuerzan las medidas de higiene oral y se programan mantenimientos periódicos para prevenir la re-formación de cálculo.
Los métodos clásicos de eliminación de sarro (instrumentación manual y ultrasonidos) siguen siendo el estándar, pero la investigación odontológica reciente explora diversas tecnologías emergentes y estrategias para mejorar la prevención y el manejo del cálculo dental:
En conclusión, el “sarro” o cálculo dental es una consecuencia común de la persistencia de placa bacteriana en la cavidad oral, con implicaciones importantes para la salud bucodental. Su manejo requiere una comprensión de sus mecanismos de formación —donde interactúan factores bacterianos, salivares e inmunológicos— y la aplicación de medidas clínicas eficaces de prevención y eliminación. La odontología contemporánea dispone de protocolos bien establecidos de profilaxis y raspado para controlar el sarro, complementados por técnicas modernas (ultrasónicos, láser) cuando es necesario. A su vez, los avances científicos continúan aportando innovaciones, desde nuevos dispositivos de remoción más seguros hasta agentes químico-biológicos que podrían impedir la calcificación del biofilm. Todo ello con el objetivo de mantener las superficies dentales libres de depósitos dañinos y preservar la salud periodontal a largo plazo.
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