Quimioterapia oral

La quimioterapia oral en odontología se refiere al uso terapéutico de agentes químicos administrados por vía oral para prevenir o tratar patologías bucodentales. Este término abarca dos ámbitos principales: por un lado, el tratamiento antimicrobiano administrado por boca para combatir infecciones orales (como en la [periodontitis] y otras enfermedades periodontales); y por otro, la consideración odontológica de los fármacos antineoplásicos orales utilizados en pacientes oncológicos, incluyendo aquellos con [neoplasias orales] u otros cánceres sistémicos. En ambos contextos, “quimioterapia oral” implica la intervención química (antibiótica o citotóxica) con el objetivo de controlar procesos patológicos que afectan la cavidad oral y los tejidos asociados.

En la odontología moderna, la quimioterapia oral tiene una importancia dual. La terapia antimicrobiana por vía oral ha emergido como un complemento valioso a los tratamientos mecánicos tradicionales (p. ej., el raspado y alisado radicular en periodontitis), mejorando el control de infecciones bacterianas profundas y contribuyendo a la preservación de los tejidos de soporte dentarios. Asimismo, el creciente uso de quimioterapia sistémica administrada por vía oral en oncología exige que el odontólogo conozca sus implicaciones: los pacientes bajo quimioterapia oral contra el cáncer pueden presentar complicaciones orales significativas que requieren un manejo especializado. Esta visión integradora subraya la relevancia de la quimioterapia oral en la intersección entre la salud bucal y la sistémica, enfatizando la necesidad de un enfoque multidisciplinario en el cuidado del paciente.

Componentes y características principales

Quimioterapia antimicrobiana oral (uso odontológico)

Incluye principalmente agentes antibióticos y antisépticos administrados por vía oral para controlar infecciones microbianas en la cavidad bucal. Los antibióticos sistémicos más utilizados abarcan varias clases farmacológicas. Entre ellos destacan las penicilinas (como la amoxicilina), a menudo combinadas con nitroimidazoles (metronidazol) para potenciar su espectro contra bacterias anaerobias implicadas en periodontitis avanzada​. También se emplean macrólidos (por ejemplo, azitromicina) y tetraciclinas (doxiciclina, minociclina), fármacos con actividad antimicrobiana y, en el caso de las tetraciclinas, efectos modulatorios de la respuesta del huésped (inhibición de colagenasas y metaloproteinasas de matriz). Además de las terapias sistémicas, existen antisépticos de uso tópico oral como la clorhexidina (en enjuagues o geles) u otras soluciones antimicrobianas, que reducen la carga bacteriana superficial en dientes, encías y mucosas. Según su vía y ámbito de acción, estas intervenciones químicas se clasifican en terapias sistémicas (el fármaco se absorbe y distribuye por el organismo, alcanzando la zona oral vía circulación) y terapias locales (el agente se aplica directamente en el sitio afectado de la boca). Un ejemplo de lo segundo son los sistemas de liberación controlada en bolsas periodontales: fibras, microesferas, polímeros o “chips” impregnados con antibiótico que se colocan subgingivalmente. Estos sistemas permiten lograr concentraciones muy elevadas del fármaco en el foco de infección periodontal con mínima absorción sistémica​, optimizando la eficacia antimicrobiana local y reduciendo efectos secundarios generales. La selección del agente químico en cada caso depende del perfil bacteriano de la infección (idealmente respaldado por cultivos o pruebas moleculares), de la severidad y extensión de la enfermedad, y de consideraciones del paciente (alergias, estado de salud general, interacciones). Es importante destacar que en enfermedades crónicas como la periodontitis, el uso de antibióticos orales se considera coadyuvante y no reemplaza la terapia mecánica de desbridamiento. Las guías periodontales enfatizan un uso prudente y con indicación precisa para evitar tratamientos empíricos indiscriminados: una antibioterapia inadecuada no solo resulta ineficaz, sino que promueve la selección de cepas bacterianas resistentes​. Por ello, la pauta antibiótica sistémica en periodontitis suele reservarse a casos avanzados, agresivos o refractarios, combinándose siempre con medidas de higiene y control de placa (incluyendo antisépticos tópicos) para lograr un resultado estable.

Quimioterapia antineoplásica oral (contexto oncológico)

Corresponde al uso de fármacos citotóxicos o terapias dirigidas contra el cáncer, administrados por vía oral, y sus implicaciones en la salud oral. Existen numerosos agentes quimioterapéuticos orales, incluyendo antimetabolitos (por ejemplo, capecitabina, pro-fármaco de 5-FU usado en cáncer de mama y colon), agentes alquilantes (como la temozolomida en ciertos tumores cerebrales), y diversos fármacos de terapia dirigida en forma de pequeñas moléculas (inhibidores de tirosina cinasa, inhibidores de PARP, entre otros) que se presentan en comprimidos o cápsulas. Estos medicamentos, al ser ingeridos, se absorben en el tracto gastrointestinal y alcanzan la circulación sistémica, distribuyéndose tanto a tejidos tumorales como a tejidos sanos. Su clasificación se basa en el mecanismo de acción y la naturaleza del tumor diana: por ejemplo, hay quimioterápicos que interfieren con la síntesis de ADN del tumor, otros que inhiben señales de crecimiento específicas de las células cancerosas, etc. Una ventaja aparente de la vía oral es la facilidad de administración para el paciente: se evitan las venopunciones frecuentes y el individuo puede tomar el tratamiento en casa, reduciendo la necesidad de visitas hospitalarias​. De hecho, en ciertos cánceres frecuentes (mama, colon, pulmón, leucemias crónicas), la quimioterapia oral ha pasado de ser algo testimonial a convertirse en una modalidad habitual de tratamiento​. Sin embargo, la conveniencia de la vía oral no exime de la toxicidad sistémica: estos fármacos producen efectos adversos significativos similares a los de la quimioterapia intravenosa convencional (mucositis, mielosupresión, alteraciones gastrointestinales, etc.), por lo que su manejo requiere igual rigor médico​. Asimismo, presentan interacciones farmacológicas relevantes: con alimentos (p. ej., el pH gástrico o ciertos nutrientes pueden alterar la absorción de algunos quimioterápicos), con otros medicamentos sistémicos (por inducción o inhibición enzimática hepática, competiciones de transporte, etc.), e incluso con fármacos usados en odontología. Por ejemplo, en pacientes bajo ciertos quimioterápicos, el uso de antiinflamatorios no esteroideos o procedimientos odontológicos invasivos puede agravar el riesgo de complicaciones hemorrágicas o infecciosas debido a la trombocitopenia o neutropenia inducidas por la quimioterapia. Por todo ello, la prescripción de quimioterapia antineoplásica oral está estrictamente supervisada por el oncólogo, quien coordina con otros profesionales (incluido el odontólogo) las medidas de soporte necesarias para manejar sus efectos y reducir riesgos en la cavidad oral.

Principios biológicos y científicos fundamentales

Mecanismos de acción y bases biológicas (terapia antimicrobiana oral)

Los antimicrobianos orales empleados en odontología actúan interfiriendo en procesos vitales de los microorganismos patógenos. Por ejemplo, la amoxicilina (penicilina de amplio espectro) inhibe la síntesis de la pared celular bacteriana provocando la lisis de bacterias grampositivas y ciertos gramnegativos, mientras que el metronidazol penetra en bacterias anaerobias y protozoos, alterando su ADN y conduciendo a la muerte celular. Las tetraciclinas y macrólidos inhiben la síntesis de proteínas bacterianas al unirse a los ribosomas (efecto típicamente bacteriostático), reduciendo la proliferación de patógenos. En la cavidad oral, marcada por la presencia de biopelículas densas, la eficacia de estos fármacos depende de su capacidad de difusión en los tejidos gingivales, en el fluido crevicular y dentro de la propia biopelícula bacteriana. Un principio fisiopatológico clave es que la periodontitis y condiciones afines son infecciones polimicrobianas crónicas asociadas a una respuesta inmune-inflamatoria del huésped. Las bacterias periodontopatógenas (como Porphyromonas gingivalis o Aggregatibacter actinomycetemcomitans, entre otras) desencadenan una cascada inflamatoria que resulta en destrucción del ligamento periodontal y hueso alveolar. La terapia mecánica (eliminación física de placa y cálculo) sigue siendo la base del tratamiento, pero la adición de quimioterapia antimicrobiana puede suprimir a los patógenos remanentes en sitios profundos o de difícil acceso, modulando además la composición de la microbiota subgingival hacia un estado menos virulento. Biológicamente, una reducción de la carga bacteriana específica disminuye la estimulación antigénica crónica sobre el sistema inmune local, atenuando la producción de mediadores inflamatorios destructivos. Por ejemplo, la doxiciclina a dosis subantimicrobianas (20 mg b.i.d., conocida por su nombre comercial como periostat en algunos lugares) no actúa tanto por matar bacterias sino por inhibir metaloproteinasas de matriz en los tejidos periodontales, reduciendo la destrucción colagenosa: es una forma de modulación del huésped a nivel bioquímico. Además, ciertos antibióticos de la familia tetraciclina tienen afinidad por el tejido óseo y gingival, prolongando su presencia local. Los antisépticos tópicos como la clorhexidina funcionan alterando las membranas celulares bacterianas y precipitándolas proteínas, logrando una acción de amplio espectro; su efecto es principalmente local y ayuda a controlar la colonización superficial, aunque no penetren capas profundas de la biopelícula. Un concepto científico fundamental es el de resistencia antimicrobiana: las bacterias expuestas repetidamente a concentraciones subóptimas de antibióticos pueden desarrollar mecanismos de resistencia (bombas de expulsión, enzimas degradativas, mutaciones en dianas) que las hacen insensibles al fármaco. Por ello, desde la biología poblacional microbiana, se insiste en emplear la quimioterapia antimicrobiana oral solo cuando está indicada y con pautas adecuadas de dosis/duración, para erradicar la infección y minimizar la selección de cepas resistentes.

Procesos fisiopatológicos y efectos (quimioterapia antineoplásica oral)

Los fármacos quimioterápicos antineoplásicos actúan principalmente sobre células de alta tasa de división, aprovechando que las células cancerosas suelen proliferar rápidamente o poseen vías bioquímicas alteradas. Así, los antimetabolitos incorporados en el ADN del tumor provocan errores letales en la replicación, los agentes alquilantes forman enlaces cruzados en el ADN impidiendo su transcripción, y las terapias dirigidas bloquean receptores o proteínas clave para la supervivencia tumoral (por ejemplo, inhibiendo angiogénesis o señales de crecimiento). Sin embargo, estos mecanismos no distinguen completamente entre células malignas y sanas: tejidos con recambio celular acelerado, como la mucosa oral, la médula ósea y el epitelio gastrointestinal, también sufren daños. En consecuencia, uno de los efectos locales más comunes es la mucositis oral, que consiste en la inflamación y ulceración de la mucosa bucal debido al efecto citotóxico de la quimioterapia sobre las células basales del epitelio. A nivel celular, la mucositis se inicia con la muerte de células epiteliales y daño del ADN, seguida por la liberación de mediadores inflamatorios (como interleucinas, factor de necrosis tumoral) y la colonización secundaria por microorganismos oportunistas en las úlceras, lo que agrava el cuadro. Clínicamente se manifiesta como áreas enrojecidas o ulceradas muy dolorosas que dificultan la alimentación y el habla. La quimioterapia también provoca neutropenia (descenso de neutrófilos) y otras citopenias al deprimir la médula ósea; ello se traduce en una disminución de las defensas inmunitarias orales, facilitando infecciones oportunistas. Por ejemplo, es frecuente la candidiasis bucal en pacientes bajo quimioterapia prolongada, por sobrecrecimiento del hongo Candida en un entorno de inmunosupresión y desequilibrio microbiano. Del mismo modo, enfermedades periodontales latentes pueden agudizarse: en condiciones normales, las bacterias periodontales se mantienen a raya por el sistema inmune, pero en un paciente neutropénico pueden proliferar con menos control, aumentando el riesgo de abscesos periodontales o bacteriemias de origen oral. Otro efecto sistémico con repercusión local es la xerostomía (sequedad bucal); algunos quimioterápicos y terapias biológicas disminuyen transitoriamente la secreción salival, reduciendo los mecanismos protectores naturales de la boca (como la acción buffer y antimicrobiana de la saliva), lo que predispone a caries rampantes e infecciones gingivales. Además, ciertos agentes orales dirigidos, como los inhibidores de mTOR o de tirosina cinasa, aunque más selectivos, pueden producir efectos colaterales mucocutáneos: se han descrito cuadros de estomatitis aftosa recurrente o alteraciones en el gusto y en la cicatrización gingival asociados a estas terapias. En resumen, desde la perspectiva biológica, la quimioterapia oral antineoplásica crea un estado transitorio de fragilidad en los tejidos orales, donde el epitelio se renueva lentamente y el sistema inmune local está deprimido; esto convierte a la cavidad oral en un posible foco de dolor, infección y hemorragia. Una buena comprensión de estos procesos fisiopatológicos ha impulsado estrategias preventivas y terapéuticas específicas (como veremos más adelante) para mitigar el impacto oral sin comprometer la efectividad oncológica. Cabe mencionar que investigaciones recientes en medicina oral y oncológica se centran en descifrar los mecanismos moleculares precisos de la mucositis y la disbiosis oral inducida por quimioterapia, con el fin de desarrollar agentes citoprotectores y protocolos de manejo más efectivos; aunque no se citen aquí estudios particulares, la evidencia contemporánea respalda un enfoque proactivo del odontólogo en la atención de estos pacientes complejos.

Procedimientos clínicos asociados

Aplicaciones clínicas de la quimioterapia antimicrobiana oral en odontología: En la práctica odontológica, el uso de antibióticos por vía oral se integra en protocolos bien definidos para el manejo de infecciones orales severas. Un ejemplo paradigmático es la periodontitis en estadios avanzados (p. ej., periodontitis estadio III o IV, grado C, según la clasificación actual) y formas agresivas de la enfermedad periodontal. Tras un diagnóstico completo – que incluye examen clínico periodontal, sondajes profundos, radiografías para evaluar pérdida ósea y, en algunos casos, pruebas microbiológicas – el odontólogo puede indicar terapia antimicrobiana sistémica adyuvante al tratamiento mecánico. Típicamente, en periodontitis generalizada severa con presencia de patógenos anaerobios gramnegativos, se utiliza la combinación de amoxicilina (500 mg) + metronidazol (250–500 mg) administrados por vía oral cada 8 horas durante 7 a 10 días, iniciando coincidentemente con el tratamiento periodontal (fase de raspado y alisado radicular). Esta pauta combinada ha demostrado ser la más eficaz en lograr reducciones adicionales de profundidad de bolsa y ganancias de inserción clínica, en comparación con la terapia mecánica sola. No obstante, el profesional debe individualizar el régimen: en pacientes alérgicos a penicilinas se recurre a otras opciones (como doxiciclina, clindamicina o azitromicina); en casos de periodontitis necrosante o abscesos periodontales agudos se prioriza primero el drenaje y desbridamiento, complementando luego con antibióticos apropiados para contener la infección sistémica si existe diseminación. Otra área de aplicación son las periimplantitis, infecciones similares a la periodontitis pero alrededor de implantes dentales osteointegrados. Los protocolos para periimplantitis establecida suelen incluir, tras la fase mecánica (descontaminación de la superficie del implante mediante curetas especiales, ultrasonidos o láser), la administración de antibióticos sistémicos dirigidos a anaerobios y bacilos gramnegativos (frecuentemente también amoxicilina+metronidazol, o ciprofloxacino en presencia de ciertas bacterias gramnegativas resistentes), buscando erradicar la infección del tejido periimplantario. En ambas situaciones – periodontitis y periimplantitis – también se han desarrollado terapias locales: por ejemplo, la inserción de minociclina en microesferas o de gel de doxiciclina al 10% en las bolsas profundas post-raspado, o la colocación de chips de clorhexidina de liberación lenta subgingival. Estas intervenciones locales se realizan en sesión clínica y liberan el agente químico durante días o semanas en el sitio de la lesión, contribuyendo a la reducción de bolsas residuales. La decisión de emplear quimioterapia oral (sistémica o local) en enfermedad periodontal toma en cuenta factores de riesgo del paciente: tabaquismo, diabetes mal controlada, inmunosupresión o historia familiar de periodontitis agresiva pueden inclinar la balanza a favor de una terapia más agresiva que incluya antibióticos. Por el contrario, en formas leves o controlables con higiene, se evita el uso innecesario de antibióticos para no exponer al paciente a posibles reacciones adversas (gastrointestinales, hipersensibilidad, candidiasis) ni contribuir a la resistencia bacteriana. Además de periodoncia, la quimioterapia antimicrobiana oral es parte del manejo de otras infecciones odontogénicas: en infecciones endodónticas con celulitis difusa, osteomielitis de mandíbula, pericoronaritis severa de terceros molares y otras afecciones donde la infección trasciende el foco local, el odontólogo (o cirujano maxilofacial) instaurará antibióticos sistémicos apropiados junto con el tratamiento de la causa (ya sea endodóntico o quirúrgico). Es fundamental la interconsulta con el médico en pacientes médicamente comprometidos: por ejemplo, en un paciente cardiópata valvular o con prótesis, se valorará profilaxis antibiótica para ciertos procedimientos invasivos; o en un paciente inmunodeprimido, ajustar dosis y escoger un antibiótico fungistático en lugar de fungicida si está bajo antifúngicos. En síntesis, los procedimientos clínicos con quimioterapia antimicrobiana requieren un diagnóstico preciso, identificación de factores de riesgo, selección adecuada del agente y seguimiento estrecho de la respuesta del paciente, con la finalidad de lograr la resolución de la infección oral sin efectos sistémicos indeseados.

Manejo odontológico del paciente bajo quimioterapia oral antineoplásica

El paciente oncológico que recibe quimioterapia sistémica por vía oral plantea retos especiales en la clínica dental, y el abordaje comienza idealmente antes de iniciar el tratamiento oncológico. Los protocolos oncológicos actuales suelen recomendar una evaluación odontológica integral previa a la quimioterapia (idealmente con al menos 2-4 semanas de antelación), para sanear la cavidad oral. En esa consulta preventiva, el odontólogo realiza un examen minucioso: identifica dientes con caries profundas o infecciones periapicales crónicas, presencia de periodontitis activa, piezas con pronóstico irrecuperable, prótesis mal ajustadas que puedan generar trauma, etc. El objetivo es eliminar potenciales focos de infección o irritación que, bajo inmunosupresión secundaria a la quimioterapia, podrían exacerbarse y poner en peligro la salud general del paciente. Se llevan a cabo procedimientos necesarios como extracciones de dientes en mal estado (preferiblemente cicatrizadas antes de la quimioterapia para evitar osteítis en fase neutropénica), profilaxis periodontal intensiva (limpieza, raspado de cálculos) para reducir la carga bacteriana, y tratamiento de lesiones de caries activas. Además, se instruye al paciente en medidas rigurosas de higiene oral (cepillado suave con pasta fluorada, uso de hilo dental o cepillos interproximales si es tolerado, enjuagues suaves) y cuidados durante el periodo de tratamiento contra el cáncer.

Una vez iniciada la quimioterapia oral, el seguimiento odontológico durante el tratamiento oncológico es principalmente de soporte y urgencias. Es fundamental la comunicación continua con el oncólogo tratante: antes de proceder con cualquier intervención dental invasiva (extracciones, cirugías periodontales, incluso limpiezas profundas), el dentista debe conocer el estado hematológico actual del paciente (recuento de neutrófilos, plaquetas) y coordinar el momento más adecuado dentro del ciclo de quimioterapia. Habitualmente se busca intervenir en aquellos intervalos en que la toxicidad hematológica sea mínima (por ejemplo, justo antes de empezar un nuevo ciclo, cuando las defensas se han recuperado). Si el paciente presenta neutropenia significativa (<1000 neutrófilos/µL) o trombocitopenia grave, los procedimientos electivos se posponen salvo que una infección odontogénica active obligue a actuar; en tales casos, puede requerirse profilaxis antibiótica sistémica y soporte con transfusiones o factores de crecimiento bajo supervisión médica. El manejo cotidiano de estos pacientes incluye ayudarles a mitigar los efectos secundarios orales de la quimioterapia. Para la mucositis oral, el odontólogo puede recomendar enjuagues bucales específicos (como soluciones de bicarbonato/suero fisiológico fríos, o enjuagues con anestésicos tópicos y corticoides, popularmente llamados “rinse mágico” o similares) que alivien el dolor y favorezcan la cicatrización. También existen protocolos con crioterapia oral (chupar hielo durante la administración de ciertos quimioterápicos intravenosos; en el caso de quimioterapia oral, podría aplicarse al momento de concentraciones plasmáticas máximas) que han mostrado reducir la incidencia de mucositis al disminuir el flujo sanguíneo local y la exposición de la mucosa al fármaco. En casos severos, se emplean agentes como la palifermina (un factor de crecimiento de queratinocitos) administrados médicamente para regenerar más rápido el epitelio, aunque esto se reserva usualmente a quimioterapia de alta dosis. El dentista monitorea la salud periodontal durante el tratamiento: encías inflamadas y sangrantes por higiene deficiente pueden ser puerta de entrada a bacteriemias en un paciente neutropénico, así que se refuerza la necesidad del control de placa. Si aparece candidiasis u otras infecciones orales (bacterianas, virales como herpes) se instauran tratamientos tópicos o sistémicos de inmediato (nistatina en suspensión, clotrimazol trozos, o fluconazol sistémico bajo control médico, según la gravedad). Es frecuente también la xerostomía; en tal caso se aconseja mantener la boca húmeda (frecuentes sorbos de agua, saliva artificial, masticar chicle sin azúcar) y aplicar flúor tópico (gel o barniz) periódicamente para prevenir caries rampante. Otro problema potencial en pacientes bajo ciertas terapias anticancerosas orales (especialmente cuando se combinan con terapias antiresortivas óseas para metástasis) es la osteonecrosis de los maxilares. Si bien la osteonecrosis se asocia más a agentes como bisfosfonatos intravenosos o denosumab, algunos pacientes con cáncer de mama o próstata reciben formulaciones orales de antiresortivos y quimioterápicos que, sumados a extracciones dentales durante el tratamiento, pueden predisponer a lesiones de osteonecrosis maxilar. Por ello, la planificación de extracciones dentales antes de iniciar la terapia (como se mencionó) es crucial, y si alguna extracción es imprescindible durante la quimioterapia, se toman precauciones extremas: cobertura antibiótica, técnicas quirúrgicas atraumáticas con colgajo y sutura primaria, y vigilancia estrecha de la cicatrización. En todo este proceso, la interconsulta odontológica-oncológica es permanente: se informa al oncólogo ante cualquier signo de infección oral significativa o complicación (p. ej., si el paciente desarrolla una celulitis dental durante la quimioterapia, podría requerir ingreso hospitalario para antibióticos intravenosos), y recíprocamente, el oncólogo informa al odontólogo sobre cambios en el esquema de quimioterapia, estado inmune y expectativas de supervivencia, lo cual puede influir en decisiones odontológicas (por ejemplo, en pacientes terminales se prioriza control del dolor y de infecciones mínimamente invasivo sobre tratamientos extensos). El manejo clínico integral de pacientes en quimioterapia oral sistémica implica entonces no solo tratar problemas que surjan, sino un enfoque preventivo, educativo y de apoyo: frecuentes revisiones dentales cada 6-8 semanas durante el tratamiento oncológico para controlar placa, aplicar flúor, ajustar prótesis si las hubiera para evitar úlceras, y asegurar que el paciente mantiene la mejor salud oral posible dentro de sus limitaciones. Tras concluir la quimioterapia, el odontólogo reevalúa el estado oral general, gestionando secuelas como la hiposalivación crónica o sensibilidades dentales, e incorpora al paciente a un programa de mantenimiento periodontal y restaurador según necesite, en coordinación con el restablecimiento de su estado sistémico.

Avances e innovaciones actuales

En los últimos años, numerosos desarrollos científicos y tecnológicos han enriquecido el campo de la quimioterapia oral en odontología, tanto mejorando las terapias antimicrobianas periodontales como optimizando el cuidado de pacientes oncológicos desde la perspectiva bucal. En el ámbito periodontal y de las infecciones orales, se han diseñado nuevas formulaciones farmacológicas y sistemas de liberación controlada. Por ejemplo, se han perfeccionado dispositivos de liberación local de antibióticos: hoy se cuenta con microesferas biodegradables de minociclina y doxiciclina que liberan el fármaco de forma sostenida en bolsas periodontales durante varias semanas, así como matrices colagenadas impregnadas con antisépticos que se pueden colocar tras la terapia mecánica para mantener una concentración supresora de bacterias en el sitio. Estas innovaciones derivan de la biotecnología de polímeros y nanomateriales, permitiendo una acción más dirigida y sostenida que las formulaciones tradicionales. Un avance paralelo ha sido el desarrollo de antibióticos de amplio espectro más potentes y con mejor penetración tisular para uso odontológico específico: por ejemplo, la moxifloxacina (una fluoroquinolona de última generación) se ha estudiado como coadyuvante en periodontitis refractarias, dado que posee actividad contra bacilos gramnegativos resistentes a la combinación convencional de amoxicilina-metronidazol; si bien no es de uso rutinario, abre la puerta a alternativas terapéuticas en casos seleccionados. Junto con la creación de nuevos fármacos, la odontología se ha alineado con la medicina en la tendencia de la medicina personalizada: investigaciones microbiológicas sugieren que la composición bacteriana de la placa periodontal varía según individuos y regiones geográficas​, lo que implica que en el futuro la elección del antimicrobiano oral podría adaptarse al perfil microbiológico específico de cada paciente (por ejemplo, identificando presencia de ciertas bacterias gramnegativas para ajustar el esquema antibiótico). Sin embargo, quizás el reto más importante que ha impulsado innovaciones es la creciente preocupación por la resistencia a los antibióticos. En respuesta, se están explorando terapias no convencionales para enfermedades infecciosas orales: una de las más prometedoras es la fagoterapia, uso de bacteriófagos (virus que infectan bacterias) para eliminar patógenos periodontales selectivamente. Estudios recientes indican que la aplicación de cócteles de bacteriófagos específicos podría ayudar a reducir la colonización persistente por bacterias periodontales agresivas y disminuir la necesidad de antibióticos, limitando así la aparición de resistencias​. Del mismo modo, se investiga el empleo de péptidos antimicrobianos sintéticos y enzimas que disuelven la matriz del biofilm (como la DNasa enzimática) para hacer a las bacterias más vulnerables a los agentes químicos, o incluso vacunas contra algunos de los patógenos orales más virulentos. Otra línea de innovación es la terapia fotodinámica antibacteriana, en la cual se utiliza un fotosensibilizador químico aplicado en las bolsas periodontales que, al activarse con luz láser de baja intensidad, libera radicales libres capaces de destruir bacterias resistentes; esta técnica, aunque aún complementaria, ha mostrado resultados positivos en reducción de carga bacteriana periodontal sin uso de antibiótico tradicional. En conjunto, estos avances reflejan un enfoque integrado de alta tecnología para controlar las infecciones orales: combinar dispositivos inteligentes de liberación de fármacos, nuevos agentes biológicos y estrategias físicas (láser, ultrasonido) para lograr un control más efectivo de enfermedades como periodontitis y periimplantitis con mínima toxicidad sistémica.

En cuanto al manejo odontológico de pacientes bajo quimioterapia oral oncológica, los avances actuales se enfocan en mejorar la calidad de vida y prevenir complicaciones a través de la investigación traslacional entre oncología y odontología. Un hito destacable ha sido la profundización en el entendimiento de la mucositis oral a nivel molecular, lo que ha conducido al desarrollo de intervenciones preventivas basadas en evidencia. Por ejemplo, la terapia de láser de baja potencia (fotobiomodulación) aplicada profilácticamente en la mucosa oral es una innovación que ha demostrado reducir significativamente la severidad de la mucositis en pacientes oncológicos, al bioestimular la reparación celular y disminuir la liberación de citocinas proinflamatorias. Esta modalidad, antes experimental, ya se incluye en guías internacionales para el manejo de soporte en cáncer, y representa la convergencia de tecnología óptica con la biología oral. Adicionalmente, se han introducido nuevos enjuagues y agentes protectores mucosos: un avance es el desarrollo de formulaciones de barrier gels orales (películas bioadhesivas con compuestos como glutamina, aloe vera, etc.) que recubren la mucosa formando una capa protectora temporal durante la ingesta de alimentos, reduciendo el trauma químico y mecánico en las áreas ulceradas; estos productos proveen alivio sintomático y favorecen la curación. En el frente farmacológico, se han creado agentes citoprotectores selectivos: un ejemplo es la amifostina, un tiol orgánico que puede administrarse (vía i.v. o posiblemente futura vía oral) para proteger selectivamente células sanas frente a la toxicidad de ciertos quimioterápicos sin proteger las células tumorales, disminuyendo así efectos colaterales como la xerostomía y neuropatías orales. Aunque la amifostina se usa principalmente en contexto de radioterapia de cabeza-cuello, ilustra el principio de proteger tejidos orales sanos. Asimismo, los avances en terapias oncológicas dirigidas están cambiando el panorama de efectos secundarios: muchas de las nuevas terapias orales (inhibidores de rutas moleculares específicas) tienden a tener perfiles de toxicidad diferentes a la quimioterapia clásica; por ejemplo, algunos inhibidores de EGFR o de BRAF pueden causar erupciones cutáneas y queilitis, pero quizás menos mucositis ulcerativa; no obstante, pueden inducir inflamación gingival o periodontitis inducida por alteraciones inmunitarias sutiles. La odontología está aprendiendo a manejar estos nuevos patrones de complicaciones, a menudo en colaboración con dermatólogos y oncólogos. Otro campo innovador es la monitorización digital y teleodontología para pacientes inmunosuprimidos: dado que los pacientes en quimioterapia oral suelen pasar largos periodos en casa, se están implementando aplicaciones móviles y teleconsultas que permiten al paciente reportar signos y síntomas orales (fotos de úlceras, puntuación de dolor) y al equipo odontológico intervenir tempranamente con recomendaciones o ajustes de medicación sin que el paciente deba desplazarse, salvo que sea estrictamente necesario. Esta atención remota, potenciada por la pandemia de COVID-19, probablemente se consolidará como parte del manejo estándar, mejorando la vigilancia de condiciones como mucositis o infecciones leves antes de que se agraven. Por último, cabe resaltar la importancia de la investigación clínica continua: nuevos estudios multicéntricos están evaluando protocolos integrados en los que el odontólogo es miembro activo del equipo oncológico, midiendo cómo intervenciones odontológicas tempranas impactan en las tasas de infecciones sistémicas, días de hospitalización y calidad de vida del paciente con quimioterapia oral. Los resultados preliminares sugieren beneficios tangibles, reforzando la noción de que la salud oral es parte inseparable de la salud general, especialmente en pacientes bajo tratamientos complejos. En conclusión, las innovaciones actuales – desde la nanotecnología en liberación de fármacos periodontales hasta la fotomedicina en mucositis y la coordinación interdisciplinaria – están redefiniendo el alcance de la quimioterapia oral en odontología. Se avizora un futuro en que los tratamientos adyuvantes químicos en odontología serán cada vez más selectivos, efectivos y seguros, integrándose de forma armoniosa con las terapias convencionales para ofrecer al paciente una atención odontológica basada en la evidencia y centrada en la prevención de complicaciones, incluso frente a enfermedades sistémicas tan desafiantes como el cáncer.

Dr Ismael Cerezo Director Médico Grupo Cleardent
Director Médico
El Dr. Cerezo, director médico de Clínicas Cleardent, es reconocido por su compromiso con la excelencia en implantología y cirugía oral. Con una destacada experiencia internacional en técnicas avanzadas, lidera un equipo que ofrece tratamientos de vanguardia, priorizando la salud y satisfacción del paciente. Su formación en cirugía guiada, carga inmediata y regeneración ósea le permite ofrecer soluciones integrales y de alta calidad, posicionando a Cleardent como referente en el sector odontológico.

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