La vascularización es el proceso de formación y desarrollo de vasos sanguíneos en los tejidos u órganos, y se refiere también al aporte efectivo de sangre que recibe una estructura. En el contexto de la odontología, el término describe la red de vasos sanguíneos que irriga los tejidos de la cavidad oral y maxilofacial (dientes, encías, huesos maxilares, etc.), proporcionando nutrientes y oxígeno y retirando desechos metabólicos. Una adecuada vascularización es fundamental para la salud bucodental: la vitalidad de un diente, por ejemplo, depende del riego sanguíneo de su pulpa, y la integridad de las encías y el periodonto se mantiene gracias a un constante aporte vascular. Si se interrumpe el flujo sanguíneo hacia la pulpa dental (por lesión o trauma), el tejido pulpar perderá vitalidad y eventualmente necrosará, incluso si las fibras nerviosas inicialmente siguen íntegras​. Por tanto, la vascularización influye directamente en la capacidad de los tejidos orales para repararse, responder a infecciones y mantener su funcionamiento normal.

Componentes y características principales

Los principales componentes de la vascularización en odontología son los vasos sanguíneos (arterias, arteriolas, capilares, vénulas y venas) que se distribuyen por los distintos tejidos orales. Estas estructuras conforman una densa red que penetra en los tejidos blandos de la boca. La irrigación arterial de dientes, encías y mucosas proviene de ramas de la arteria carótida externa: en el maxilar superior la principal fuente es la arteria maxilar (que da origen a las arterias alveolares superiores anterior y posterior, entre otras), mientras que en la mandíbula la irrigación llega a través de la arteria alveolar inferior​. Dichas arterias dentarias emiten ramificaciones hacia la pulpa dental a través del foramen apical, y también hacia el ligamento periodontal y el hueso alveolar que rodean la raíz.

En la pulpa dental, alojada dentro de cada diente, la vascularización ingresa por uno o más forámenes apicales. La pulpa es un tejido conectivo laxo ricamente vascularizado e inervado; en su interior las arteriolas se ramifican en una densa red de capilares que forman el plexo subodontoblástico inmediatamente debajo de la capa de odontoblastos. Este plexo capilar asegura un suministro uniforme de sangre a todo el tejido pulpar, lo que es vital para mantener la salud de la dentina y responder ante estímulos externos. Las vénulas y venas pulpares remueven la sangre desoxigenada, drenándola hacia venas mayores de la región maxilofacial. Cabe destacar que los tejidos duros del diente (esmalte y dentina) son avasculares: el esmalte no contiene células ni vasos, y la dentina madura carece de vasos sanguíneos, por lo que dependen de la pulpa subyacente para su nutrición a través del fluido dentinario de los túbulos. Esto implica que la vascularización se circunscribe a los tejidos blandos intradentarios (pulpa) y a los tejidos de soporte circundantes.

El periodonto (conformado por encía, ligamento periodontal, cemento radicular y hueso alveolar) también está altamente vascularizado. Las encías reciben sangre tanto de los vasos supraperiósticos (ramas de arterias faciales, linguales y bucales) como de ramificaciones de las arterias alveolares que emergen del hueso hacia el tejido gingival. El ligamento periodontal, por su parte, cuenta con una red vascular proveniente de ramas laterales de las arterias alveolares (a través de canales perforantes en el hueso) y de anastomosis con vasos de la encía y la médula ósea alveolar. Estas comunicaciones vasculares aseguran que, ante la obstrucción de un vaso principal, los tejidos periodontales puedan seguir recibiendo cierto aporte sanguíneo colateral. Las venas periodontales acompañan a las arterias y drenan en plexos venosos periápicales y gingivales, garantizando el retorno de la sangre hacia la circulación general (vía venas como la yugular interna).

Una característica relevante de la vascularización bucal es su abundancia relativa y su regulación fina. La pulpa dental, pese a estar confinada en un espacio rígido, recibe un flujo sanguíneo considerable para un órgano de su tamaño, reflejando su alta actividad metabólica. El flujo sanguíneo pulpar es mayor en la región coronaria de la pulpa (cerca del plexo subodontoblástico) que en la región radicular, acorde a las necesidades funcionales de formación de dentina y respuesta sensorial. A nivel de las encías, clínicamente se observa cómo un tejido gingival sano tiene un tono rosado pálido, indicador de una vascularización normal moderada; si la vascularización aumenta o los capilares se dilatan (como ocurre en la inflamación gingival), el tejido adquiere un enrojecimiento característico. La regulación neurovascular también desempeña un papel: los vasos sanguíneos bucales reciben inervación simpática (vasoconstrictora) y señales locales, de manera que pueden contraerse o dilatarse según las demandas (por ejemplo, frío intenso en un diente puede inducir una vasoconstricción pulpar transitoria, mientras que estímulos irritantes pueden provocar vasodilatación local mediante reflejos axónicos y liberación de péptidos vasoactivos).

Principios biológicos y científicos fundamentales

Desde el punto de vista biológico, la vascularización cumple la función esencial de mantener la homeostasis de los tejidos orales. Los vasos sanguíneos transportan oxígeno, nutrientes y células inmunitarias hacia los dientes y encías, a la vez que retiran dióxido de carbono y metabolitos de desecho​. En los capilares ocurre el intercambio de sustancias entre la sangre y los tejidos: la microcirculación en la pulpa y el periodonto determina en gran medida la salud de estos órganos. La fisiología normal depende de un flujo capilar adecuado; alteraciones en este flujo pueden comprometer la función tisular. Por ejemplo, una disminución crítica del flujo sanguíneo pulpar (isquemia) resultará en muerte celular y necrosis pulpar.

En situaciones de inflamación, se producen cambios vasculares típicos: los vasos sanguíneos se dilatan (vasodilatación) y aumenta su permeabilidad, lo que permite la salida de plasma y células defensivas (leucocitos) hacia los tejidos lesionados​. En la pulpitis (inflamación de la pulpa dental), este incremento del volumen sanguíneo y la extravasación de líquido ocurre dentro de la cámara pulpar, que es rígida e inextensible. Como resultado, la presión intrapulpar se eleva y comprime los vasos, reduciendo el flujo de entrada. Si la presión supera cierto umbral y el riego se colapsa, el tejido pulpar inflamado no puede sobrevivir y sufre necrosis. Este mecanismo explica por qué una pulpitis aguda, con dolor intenso, a veces progresa rápidamente a la muerte de la pulpa; de hecho, se entiende que el dolor pulpar intenso cede cuando la pulpa pierde vitalidad por colapso circulatorio. En contraste, en la inflamación crónica de las encías (gingivitis o periodontitis incipiente), la vascularización aumentada se manifiesta por enrojecimiento y edema gingival, pero al no estar confinada por un tejido duro, no produce un colapso circulatorio inmediato sino que contribuye a la proliferación del tejido de granulación inflamatorio.

La angiogénesis –la formación de nuevos vasos sanguíneos a partir de vasos preexistentes– es un proceso fundamental tanto en condiciones fisiológicas como patológicas en la cavidad oral. Durante el desarrollo embrionario de los dientes, vasos sanguíneos invaden la papila dental en formación para constituir la pulpa, sincronizándose con la diferenciación de odontoblastos; de este modo, la dentina en desarrollo está siempre cerca de capilares que aportan los nutrientes necesarios. En la vida adulta, la angiogénesis ocurre principalmente durante la reparación de tejidos: por ejemplo, tras una extracción dental o una cirugía periodontal, se forma un coágulo sanguíneo que pronto es invadido por capilares neoformados, proceso indispensable para la cicatrización correcta de la encía y el hueso. Diversos factores de crecimiento (como VEGF, factor de crecimiento endotelial vascular) median esta respuesta angiogénica en la curación de heridas orales. Sin la revascularización adecuada de un tejido lesionado, la curación se ve comprometida.

En ciertos estados patológicos la angiogénesis puede ser excesiva o anómala. La periodontitis (enfermedad periodontal avanzada) ofrece un ejemplo: se ha observado que una angiogénesis desequilibrada en el periodonto enfermo es una característica que acompaña a la inflamación crónica destructiva​. La proliferación desorganizada de capilares en el periodonto inflamado puede perpetuar la infiltración de células inflamatorias y la liberación de mediadores, contribuyendo al daño tisular progresivo típico de la periodontitis severa. Por otro lado, tumores orales como los carcinomas orales requieren angiogénesis para crecer: las células cancerosas liberan factores proangiogénicos que estimulan la formación de vasos que nutren al tumor. El estudio de la angiogénesis tumoral en boca es importante para entender la diseminación de cáncer oral y para desarrollar terapias antiangiogénicas que limiten su crecimiento.

Un principio clínico derivado de lo anterior es la importancia de la vascularización adecuada para la viabilidad tisular. Si un tejido oral pierde su irrigación, necrosará. Esto se evidencia, por ejemplo, en la osteonecrosis de los maxilares inducida por radiación o por medicamentos (como los bifosfonatos): en estos casos, el daño o inhibición de los vasos sanguíneos en el hueso alveolar lleva a zonas de hueso desvitalizado que no cicatrizan, generando serias complicaciones. Asimismo, la revascularización colateral puede salvar estructuras: en traumatismos dentales donde el nervio y vasos del diente se lesionan, a veces persiste circulación colateral desde el ligamento periodontal que mantiene vivo al diente, lo que puede permitir su recuperación si se manejan adecuadamente las lesiones.

Procedimientos clínicos asociados

La evaluación y manejo de la vascularización en odontología son aspectos integrados en varios procedimientos clínicos. Un área clave es la determinación de la vitalidad pulpar. Dado que la vitalidad de la pulpa depende de su circulación sanguínea, las pruebas diagnósticas buscan inferir si la pulpa tiene riego sanguíneo suficiente. Tradicionalmente se emplean pruebas de sensibilidad pulpar (térmicas o eléctricas) que provocan una respuesta neural; sin embargo, estas pruebas de sensibilidad indirectas pueden fallar en ciertos casos. Por ello, se han desarrollado pruebas de vitalidad pulpar que evalúan de manera más directa la presencia de flujo sanguíneo en la pulpa, considerándose un indicador más fiel de la salud pulpar. Ejemplos de estas técnicas son la flujometría láser-Doppler y la pulsioximetría dental, las cuales pueden detectar el movimiento de sangre dentro del conducto radicular de un diente. En la flujometría láser-Doppler, un haz láser atraviesa el diente y mide cambios de frecuencia de la luz reflejada causados por células sanguíneas en movimiento, lo que permite estimar el flujo sanguíneo pulpar de forma cuantitativa. La pulsioximetría adaptada a odontología, por su parte, evalúa la saturación de oxígeno de la sangre pulpar. Aunque prometedoras, estas pruebas requieren equipo especializado y son sensibles a factores técnicos (por ejemplo, movimientos del paciente pueden alterar la lectura láser), por lo que aún no sustituyen a las pruebas clásicas en la práctica diaria, pero se utilizan en investigación y en casos clínicos complejos.

En el campo de la cirugía oral y periodontal, la consideración de la vascularización es crucial al planificar colgajos e injertos. Durante una cirugía periodontal, como la elevación de un colgajo gingival, el cirujano debe conocer la localización de arterias importantes (por ejemplo, las arterias palatinas en el paladar) para evitar cortarlas inadvertidamente​. Al diseñar el colgajo, se mantiene una base amplia para preservar su aporte sanguíneo; un colgajo mal vascularizado corre riesgo de necrosis. En injertos gingivales libres (tomados del paladar para recubrir raíces expuestas, por ejemplo), inicialmente el tejido injertado carece de conexión vascular en el nuevo sitio, por lo que su supervivencia depende de una rápida revascularización desde el lecho receptor. El protocolo clínico trasplantando el tejido contempla suturarlo firmemente pero sin tensión sobre un lecho bien sangrante; en los primeros 2-3 días, se forman conexiones vasculares entre el injerto y el tejido subyacente, restableciendo el flujo sanguíneo. Un injerto que no logra revascularizarse en ese período sufrirá necrosis y fracaso. De modo semejante, en cirugías de regeneración ósea (como elevaciones de seno maxilar o injertos óseos en defectos periodontales), se promueve la angiogénesis en el sitio injertado mediante técnicas como perforaciones corticais (para que broten capilares desde el hueso adyacente) o el uso de factores bioactivos. En casos de reconstrucciones mayores de los maxilares (p. ej., tras una resección tumoral amplia), suelen emplearse injertos óseos vascularizados (colgajos libres microvascularizados, como el injerto de peroné con arteria y vena incluidas) que se conectan quirúrgicamente a los vasos del cuello; esto proporciona una irrigación inmediata al hueso trasplantado y mejora enormemente su integración y supervivencia en comparación con injertos no vascularizados de gran tamaño.

En endodoncia, la especialidad que trata la pulpa dental, el componente vascular es central. La terapia endodóntica convencional (tratamiento de conducto) implica la extirpación de la pulpa enferma o necrosada de un diente, eliminando así su vascularización interna. Esto alivia el dolor y elimina la infección, pero deja al diente desvitalizado y sin circulación propia. Sin embargo, en años recientes ha surgido un procedimiento endodóntico innovador orientado a la regeneración pulpar, conocido comúnmente como revascularización pulpar o endodoncia regenerativa. Este tratamiento regenerativo, aplicado típicamente en dientes jóvenes con ápice inmaduro y pulpa necrótica por caries o trauma, busca restablecer la vascularización y vitalidad de la pulpa en lugar de simplemente sellar el conducto. En la revascularización, tras desinfectar cuidadosamente el conducto radicular, se estimula un sangrado intencional más allá del ápice del diente para llenar el conducto con sangre fresca. Esta sangre forma un coágulo dentro del canal que sirve de andamio biológico y aporta células madre y factores de crecimiento capaces de regenerar tejidos. Estudios han documentado que este enfoque biológico alternativo permite la continuación del desarrollo radicular del diente (engrosamiento de paredes dentinarias y cierre apical) al fomentar la formación de un nuevo tejido pulpar vital. En esencia, los nuevos vasos sanguíneos crecen desde el tejido periapical a través del foramen apical hacia el interior del conducto, colonizando el coágulo con una red capilar naciente. Con el tiempo, esta red vascular va acompañada por fibras nerviosas y células pulpares, conformando un tejido similar al pulpar original. La revascularización pulpar ha mostrado resultados prometedores, especialmente en pacientes jóvenes, aunque su éxito no es 100% predecible y depende de factores como el grado de desinfección logrado y la presencia de células madre viables en la región apical. Aún así, representa un cambio de paradigma en endodoncia, alineado con las tendencias modernas de la medicina regenerativa.

Otros procedimientos odontológicos ilustran la importancia de la vascularización: por ejemplo, en la exposición accidental de la pulpa durante una caries profunda, un profesional puede realizar una capacidad pulpar (colocar un recubrimiento de hidróxido de calcio u otro agente) con la esperanza de conservar la vitalidad de la pulpa fomentando la reparación y manteniendo su riego sanguíneo. Si la vascularización pulpar se mantiene, la pulpa puede recuperar su normalidad tras una inflamación transitoria; si falla, evolucionará a necrosis y requerirá endodoncia. Asimismo, en el diagnóstico de lesiones periapicales (como granulomas o quistes), la evaluación radiográfica en combinación con pruebas de vitalidad permite discernir si la pulpa tiene vascularización (siendo probablemente un periodonto sano con tal vez una lesión periodontal aislada) o si la pulpa está necrótica (lo que suele conllevar lesión periapical de origen endodóntico).

Avances e innovaciones actuales

El estudio de la vascularización oral y maxilofacial es un campo dinámico, con numerosos avances e innovaciones científicas que están mejorando la comprensión y el abordaje clínico. Uno de los focos principales de la investigación actual es la ingeniería de tejidos aplicada a la regeneración dental. Un desafío crítico en la regeneración de tejidos complejos (como la pulpa dental o el hueso mandibular) es lograr una rápida y suficiente vascularización del tejido injertado o construido en laboratorio​. Sin vasos sanguíneos funcionales, cualquier tejido trasplantado más allá de un tamaño mínimo sufrirá isquemia y necrosis en su zona central. Por ello, se exploran estrategias de prevascularización de los constructos de ingeniería tisular: esto implica formar redes capilares dentro de los biomateriales antes de implantarlos, de forma que al colocarlos en el cuerpo puedan conectarse pronto con la circulación del receptor​. Por ejemplo, en investigaciones recientes se han cocultivado células endoteliales (formadoras de vasos) junto con células madre dentales en andamios tridimensionales, logrando que estas células formen microvasos dentro del material antes del implante. Al insertar dicho constructo prevascularizado en un diente o en un defecto óseo, los microvasos preformados se anastomosan con los capilares del paciente en el sitio receptor, estableciendo un flujo sanguíneo en el tejido artificial mucho más rápido que si dependiera únicamente de la invasión vascular desde fuera. Este enfoque ha mostrado resultados alentadores en modelos animales de regeneración pulpar, mejorando la supervivencia inicial del tejido injertado y favoreciendo la regeneración de un tejido pulpar más organizado.

Otro campo de innovación se centra en la liberación controlada de moléculas pro-angiogénicas para estimular la vascularización en lugares específicos. Se están desarrollando hidrogeles y matrices biomiméticas que incorporan factores de crecimiento (como VEGF o FGF) o que activan vías de señalización críticas para la angiogénesis. Un estudio de 2024, por ejemplo, introdujo un hidrogel con el ligando Jagged1 inmovilizado para activar la vía de señal Notch en células pulpares, lo que demostró acelerar la revascularización y la formación de un tejido pulpar completo con vasos sanguíneos y estructuras neuronales en un modelo experimental​. Este hidrogel de señalización Notch promovió significativamente la formación de capilares estables y la supervivencia celular tras ser trasplantado, resultando en un nuevo tejido parecido a la pulpa original, bien vascularizado e inervado. Hallazgos como este abren la puerta a terapias regenerativas más efectivas, donde la modulación molecular precisa de la angiogénesis mejora los resultados clínicos.

En el área de la regeneración ósea, se han realizado progresos en materiales bioactivos que favorecen la vascularización. Por ejemplo, se investigan cerámicas porosas impregnadas con factores angiogénicos y la impresión 3D de andamios personalizados con microcanales diseñados para guiar el crecimiento de vasos. Estos andamios impresos pueden ser hechos a medida para rellenar defectos óseos maxilofaciales y, gracias a sus canales internos, facilitan que los capilares del hueso adyacente crezcan en su interior, aportando sangre al nuevo tejido óseo en formación. Estudios en modelos animales han mostrado que tales aproximaciones mejoran la calidad y cantidad de hueso regenerado en comparación con materiales convencionales. También se ha visto que la incorporación de células endoteliales directamente en biomateriales (creando lo que se llama «constructos vascularizados») puede acelerar la integración vascular en injertos de gran tamaño.

Los modelos animales siguen siendo fundamentales para investigar la vascularización oral. En modelos de ratas y perros se han probado técnicas de revascularización pulpar y se han observado patrones de neovasculatura similares a los humanos, aportando información sobre cómo optimizar estos procedimientos antes de ensayos clínicos. Asimismo, en modelos de defectos óseos críticos en mandíbulas de conejo se han evaluado factores proangiogénicos y se ha cuantificado la densidad de nuevos vasos formada dentro de injertos, correlacionándola con la cantidad de hueso regenerado. Estos estudios preclínicos permiten identificar qué intervenciones (sea el uso de ciertas células, factores o andamios) logran una mejor vascularización, para luego trasladar esas estrategias a la práctica clínica.

Por último, las innovaciones en tecnologías de imagen están permitiendo visualizar la vascularización en tejidos orales con mayor detalle. Técnicas como la angiografía por tomografía computarizada de haz cónico con contraste, la microscopia confocal intravital y la tomografía de coherencia óptica se están adaptando para estudiar la microvascularización gingival y pulpar in vivo. Por ejemplo, la tomografía de coherencia óptica dinámica ha logrado mostrar la red de capilares en la mucosa oral y cómo esta cambia durante la cicatrización de una úlcera, proporcionando información en tiempo real sobre el proceso angiogénico. Estas herramientas de imagen, junto con marcadores moleculares específicos, permiten cuantificar la densidad de vasos y el flujo en distintos estados de salud o enfermedad, apoyando la investigación y eventualmente el diagnóstico clínico (imaginemos evaluar la severidad de una gingivitis midiendo el incremento de vascularización superficial).

En suma, la vascularización en odontología es un tema de enorme relevancia biológica y clínica. Comprender cómo los vasos sanguíneos nutren y afectan a los dientes y tejidos adyacentes ha llevado a mejoras en la práctica odontológica, desde manejar con delicadeza los tejidos en cirugía para no dañar su irrigación, hasta desarrollar terapias regenerativas que buscan reconstruir la vascularización perdida. Los avances actuales, apoyados por investigaciones en laboratorio, en animales y en pacientes, continúan ampliando las fronteras de lo posible – acercando el día en que la regeneración completa de un diente o de un segmento óseo periodontal sea una realidad clínica, con un sistema vascular nuevo que integre perfectamente esas estructuras al organismo. Así, la vascularización deja de ser solo un concepto anatómico para convertirse en un foco central de la odontología moderna, uniendo principios de biología vascular con la práctica restauradora y regenerativa.

Dr Ismael Cerezo Director Médico Grupo Cleardent
Director Médico
El Dr. Cerezo, director médico de Clínicas Cleardent, es reconocido por su compromiso con la excelencia en implantología y cirugía oral. Con una destacada experiencia internacional en técnicas avanzadas, lidera un equipo que ofrece tratamientos de vanguardia, priorizando la salud y satisfacción del paciente. Su formación en cirugía guiada, carga inmediata y regeneración ósea le permite ofrecer soluciones integrales y de alta calidad, posicionando a Cleardent como referente en el sector odontológico.

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