Quiste Dentígero

El quiste dentígero (también conocido como quiste folicular) es un tipo de quiste odontogénico del desarrollo que se forma alrededor de la corona de un diente no erupcionado. Consiste en una cavidad patológica revestida por epitelio que encapsula la corona de un diente retenido en la unión amelocementaria, habitualmente con contenido líquido en su interior. Se origina por la acumulación de fluido entre el epitelio reducido del esmalte (la capa de células que recubre la corona del diente en desarrollo) y la superficie del diente, lo cual dilata el folículo dental e impide la erupción normal del diente afectado​. En otras palabras, es un quiste asociado típicamente a dientes incluidos en el hueso que aún no han completado su erupción dental.

En la odontología contemporánea, el quiste dentígero reviste importancia por ser el segundo quiste odontogénico más frecuente (solo superado por el quiste radicular o periapical). Estudios epidemiológicos indican que representa aproximadamente entre un 20% y 33% de los quistes odontogénicos de los maxilares​. Suele diagnosticarse en pacientes jóvenes, predominando en la segunda y tercera décadas de vida, con ligera predilección por el sexo masculino​. Su localización más habitual es alrededor de terceros molares inferiores impactados, seguida de caninos superiores y terceros molares superiores, aunque puede presentarse alrededor de cualquier diente no erupcionado (incluso dientes supernumerarios, en casos raros)​. Si bien en muchos casos es asintomático y se descubre de forma incidental en radiografías de rutina, el quiste dentígero puede alcanzar tamaños considerables y ocasionar complicaciones locales, lo que subraya la necesidad de su detección y manejo oportunos. Entre sus posibles consecuencias están la alteración del alineamiento dentario, retraso en la erupción del diente afectado, expansión de los huesos maxilares e incluso reabsorción de las raíces de dientes adyacentes cuando el quiste crece y ejerce presión​. Aunque se trata de una lesión benigna, su prevalencia y potencial de crecimiento la convierten en una entidad relevante en patología bucal y en la práctica clínica odontológica actual.

Características clínicas, componentes y variantes

En cuanto a sus componentes histológicos y anatómicos, el quiste dentígero presenta una pared de tejido conectivo fibroso recubierta internamente por un epitelio escamoso estratificado no queratinizado relativamente delgado (derivado del epitelio reducido del esmalte). Dentro de la cavidad quística suele encontrarse un líquido claro amarillento (transudado), y frecuentemente la corona del diente no erupcionado se halla inmersa en dicha cavidad. El quiste típicamente se inserta en el diente a nivel del cuello (unión amelocementaria), envolviendo la corona completa. Macroscópicamente, al abrir la lesión puede hallarse líquido seroso o sero-sanguinolento bajo presión. El diente involucrado suele permanecer retenido e incluso puede aparecer desplazado de su posición original debido a la expansión quística. Los tejidos circundantes, como el hueso esponjoso maxilar o mandibular, se adelgazan y expansionan a medida que el quiste crece, pudiendo palparse una tumefacción dura o renitente en la cortical ósea. En algunos casos, especialmente cuando existe infección secundaria, la pared quística se inflama y engrosa, y pueden aparecer síntomas como dolor o aumento de la sensibilidad en la zona afectada.

Clínicamente, los quistes dentígeros suelen ser asintomáticos en fases iniciales. Muchos se detectan en exámenes radiográficos de rutina o durante la evaluación de la falta de erupción de un diente (p. ej., un canino permanente que no aparece en boca en la edad esperada). A medida que el quiste aumenta de tamaño, puede producir una expansión indolora de la cortical ósea; el paciente o el clínico pueden notar una hinchazón en la mandíbula o el maxilar. Si el quiste se infecta (por entrada de bacterias a la cavidad), pueden presentarse dolor agudo, inflamación gingival circundante e incluso drenaje de pus, similares a un absceso dental. Otro signo clínico es el desplazamiento de dientes adyacentes: el crecimiento quístico puede empujar los dientes vecinos, causando diastemas o alteraciones en la oclusión. En casos avanzados, la destrucción ósea por la presión quística puede comprometer la estabilidad de los dientes próximos, aunque es poco común observar movilidad dental marcada; no obstante, se han documentado casos de reabsorción radicular externa de dientes adyacentes debido al quiste. Cabe destacar que, aunque inhabitual, pueden presentarse quistes dentígeros múltiples de forma simultánea en un mismo paciente, casi siempre asociados a síndromes hereditarios como la displasia cleidocraneal o el síndrome de Gardner; fuera de esos contextos sindrómicos, la aparición de múltiples quistes dentígeros es extremadamente rara.

Imagenología

En estudios radiográficos, el quiste dentígero se observa como una lesión radiolúcida unilocular bien delimitada que rodea la corona de un diente incluido. Típicamente presenta un contorno cortical definido y esférico u oval. En una ortopantomografía (radiografía panorámica), aparece como un halo radiolúcido circundando la corona del diente impactado; el diámetro de ese halo supera con creces el espacio folicular normal (>3 mm de separación entre la corona y el folículo sugiere ya formación de quiste). En ocasiones, se pueden apreciar desplazamientos: por ejemplo, un canino superior no erupcionado con un gran quiste dentígero puede estar desplazado hacia el suelo de la órbita, o un tercer molar mandibular incluido puede desplazarse hacia el ángulo mandibular o el canal del nervio dentario. La imagenología dental avanzada, como la tomografía computarizada (TC) o la tomografía computarizada de haz cónico (CBCT), es útil para evaluar la extensión tridimensional de lesiones grandes, la relación del quiste con estructuras vecinas (seno maxilar, conducto del nervio alveolar inferior, etc.) y planificar la cirugía. En radiografías, el diagnóstico diferencial debe considerar otras lesiones radiolúcidas pericoronarias, como el quiste de erupción (cuando la lesión es más superficial en tejidos blandos sobre un diente en erupción), el quiste paradental o incluso tumores odontogénicos como el ameloblastoma unicístico. Un dato útil es que el quiste dentígero puro suele ser unilocular; si se observan septos internos (multiloculación) debe sospecharse otro tipo de lesión odontogénica más agresiva (p. ej., queratoquiste odontogénico, que tiene un comportamiento biológico distinto).

En cuanto a variantes y clasificación, clásicamente se describen tres presentaciones radiográficas del quiste dentígero según la posición relativa al diente retenido: la variedad central, en la que el quiste rodea simétricamente toda la corona (el diente parece centrado dentro de la cavidad quística); la variedad lateral, donde la cavidad quística se desarrolla hacia un lado de la corona y a lo largo de la raíz (aparece más prominente distal o mesial al diente, típica de ciertos ángulos de inclusión); y la variante circunferencial, en la que el quiste envuelve la corona y además se extiende alrededor de gran parte de la longitud radicular, como si todo el diente hasta el ápice estuviera dentro del quiste​. Esta clasificación ayuda a describir la morfología, aunque todas representan el mismo proceso patológico. Por otro lado, existe el quiste de erupción, considerado por algunos autores como la contrapartida de tejido blando del quiste dentígero. El quiste de erupción ocurre en encía sobre un diente en erupción (más frecuente en niños, alrededor de dientes deciduos o primeros permanentes que están por emerger). Históricamente se le llamaba “dentígero de tejidos blandos”, pero hoy se clasifica aparte: clínicamente se ve como un bulto blando azulado en la mucosa gingival que recubre la corona de un diente próximo a erupcionar. A diferencia del quiste dentígero intraóseo, el quiste de erupción no produce reabsorción ósea detectable radiográficamente​, y suele resolverse mediante una pequeña incisión para facilitar la salida del diente. Finalmente, cabe mencionar el quiste paradental (también llamado quiste de bifurcación bucal) como entidad relacionada: se trata de un quiste odontogénico inflamatorio que aparece típicamente junto a terceros molares parcialmente erupcionados con pericoronitis; aunque no es una variante del dentígero (su origen es inflamatorio y se sitúa lateral a la raíz más que alrededor de la corona), a veces puede confundirse en radiografías con un dentígero lateral.

Principios biológicos y mecanismos patogénicos

El quiste dentígero es una lesión de origen desarrollativo ligada al proceso de odontogénesis. Durante el desarrollo dental normal, el órgano del esmalte y otros tejidos embrionarios forman el diente y luego involucionan; residuos celulares que persisten tras la formación dental (como el epitelio reducido del esmalte que recubre la corona ya mineralizada, o restos de la lámina dental) pueden actuar como fuente de revestimiento epitelial para quistes odontogénicos​. En el caso del quiste dentígero, se acepta que su revestimiento proviene del epitelio reducido del esmalte que rodea la corona del diente incluido. La patogénesis exacta no está completamente dilucidada, pero la hipótesis clásica propone que se inicia por una acumulación de líquido entre el epitelio reducido y la superficie adamantina de la corona. Este proceso podría desencadenarse por alteraciones en la presión hidrostática dentro del folículo: por ejemplo, una obstrucción en el retorno venoso alrededor del folículo del diente impactado podría provocar extravasación de plasma (transudado) hacia el espacio folicula. El aumento de presión interna separaría el epitelio del esmalte de la corona, formando una cavidad que se expande paulatinamente conforme se acumula más fluido. Otra teoría sugiere que el colapso y degeneración de las células del órgano del esmalte (particularmente si la erupción del diente se ve impedida) produce subproductos que elevan la presión osmótica dentro del folículo, atrayendo líquido y originando el quiste​. Ambos mecanismos (trasudación por aumento de presión capilar vs. degradación celular osmóticamente activa) pueden concurrir y explicar el crecimiento expansivo del quiste dentígero.

Aunque se considera primordialmente una lesión del desarrollo, se ha propuesto un origen mixto o influenciado por factores inflamatorios en ciertos casos. Un ejemplo es la teoría de Bloch-Jørgensen, quien en 1928 postuló que algunos quistes dentígeros en realidad podrían generarse por inflamación periapical crónica de un diente deciduo no vital, la cual se propaga al folículo del diente permanente sucesor en desarrollo​. En estas situaciones, el exudado inflamatorio procedente del diente temporal necrosado estimularía la formación de un quiste en torno al germen permanente (sería entonces un quiste “dentígero” de origen inflamatorio, secundario a un quiste radicular del diente de leche). Si bien esta no es la vía habitual de formación, esta teoría resalta que la presencia de infección cercana podría contribuir en algunos casos atípicos. En la mayoría de los quistes dentígeros, sin embargo, no se encuentra una fuente inflamatoria evidente, por lo que prevalece la explicación de un origen puramente desarrollativo a partir del folículo dental.

Desde un punto de vista biológico, el comportamiento del quiste dentígero suele ser benigno y de crecimiento lento. La presión ejercida por el líquido quístico provoca una reabsorción ósea progresiva en la periferia de la lesión, permitiendo que el quiste se expanda. A diferencia de lesiones más agresivas, el dentígero expande el hueso de forma uniforme y por lo general no invade tejidos más allá de las corticales óseas (aunque en maxilar superior puede protruir hacia el seno maxilar). La expansión puede ser significativa si el quiste permanece sin tratar, llegando a adelgazarse mucho la cortical ósea (en maxilar superior, puede ocupar el seno maxilar; en mandíbula, expandir la base mandibular). Si alcanza un gran tamaño, existe riesgo (bajo) de fractura patológica de la mandíbula debido al debilitamiento óseo​. Otra característica es que el epitelio quístico del dentígero, al ser derivado del folículo dental, tiene en principio un potencial proliferativo limitado. Estudios moleculares han explorado la expresión de marcadores de proliferación celular en el revestimiento de estos quistes: por ejemplo, la expresión del antígeno Ki-67 (marcador de células en ciclo activo) es considerablemente más baja en el epitelio del quiste dentígero (índice Ki-67 de 3%) en comparación con lesiones odontogénicas más proliferativas como el ameloblastoma unicístico (5-16%)​. Estos hallazgos apoyan la naturaleza menos agresiva del quiste dentígero, correlacionándose con su baja tasa de recurrencia tras un tratamiento adecuado. No obstante, un aspecto crucial en la biología de los quistes dentígeros es su potencial de transformación neoplásica, que aunque raro, está bien documentado. El revestimiento epitelial de un quiste dentígero de larga evolución puede, en casos excepcionales, sufrir cambios oncogénicos y dar origen a lesiones como ameloblastomas intraquísticos, carcinomas epidermoides o incluso carcinomas mucoepidermoides​. Se estima que la transformación maligna ocurre en menos del 2% de los casos crónicos, pero debido a esta posibilidad, se recomienda el análisis histopatológico de toda muestra quística removida para descartar focos de displasia o malignidad incipiente. En resumen, el quiste dentígero representa un ejemplo de alteración en la biología normal de la erupción dental: un microambiente folicular alterado que conlleva la formación de una cavidad quística expansiva, generalmente de comportamiento indolente pero que requiere atención para prevenir complicaciones mayores.

Diagnóstico y procedimientos clínicos asociados

El diagnóstico de un quiste dentígero se basa en la correlación de la evaluación clínica, la imagenología dental y el estudio histopatológico. Ante la sospecha clínica (p. ej., un diente permanente retenido que no erupciona en tiempo, o una expansión ósea indolora en la zona de un diente no erupcionado), el primer paso diagnóstico es realizar estudios de imagen. La radiografía panorámica suele mostrar la lesión característica: una zona radiolúcida unilocular, bien delimitada por una fina cortical radioopaca, que rodea la corona del diente incluido afectado. También pueden emplearse radiografías periapicales o oclusales para evaluar detalles locales. En casos de lesiones extensas o proximidad a estructuras nobles, una tomografía (TC o CBCT) aporta información precisa sobre la extensión tridimensional y las relaciones anatómicas, ayudando a planificar el tratamiento quirúrgico. La aspiración con aguja de la lesión es un procedimiento auxiliar útil en algunos casos: si se obtiene un líquido claro amarillento o seroso a la aspiración de la cavidad, se refuerza la impresión diagnóstica de quiste (en contraste, una aspiración de contenido sólido o sanguinolento podría sugerir un tumor). Sin embargo, la confirmación definitiva requiere examinar el tejido quístico mediante histopatología. Tras la extirpación o biopsia del quiste, el análisis microscópico mostrará el epitelio de revestimiento característico (delgado, escamoso no queratinizado, a veces con hiperplasia por inflamación) y la cápsula fibrosa; este examen permite confirmar el diagnóstico de quiste dentígero y excluir otras entidades odontogénicas. Por ejemplo, bajo el microscopio un ameloblastoma unicístico puede simular a un dentígero radiográficamente, pero presenta características histológicas diferentes (epitelio ameloblástico con células basales columnarias y polarización invertida) que el patólogo debe identificar. Por tanto, toda pieza quirúrgica removida debe enviarse al laboratorio de patología oral para un diagnóstico definitivo.

El tratamiento principal del quiste dentígero es quirúrgico e involucra generalmente dos enfoques posibles: la enucleación completa del quiste (frecuentemente acompañada de la extracción del diente incluido asociado) o la marsupialización (también llamada descompresión) del quiste, que es una técnica más conservadora. La enucleación quirúrgica consiste en eliminar en un solo acto todo el saco quístico junto con su revestimiento epitelial, asegurando la limpieza de la cavidad para prevenir recurrencias. En la mayoría de adultos y en quistes de tamaño moderado, este es el tratamiento de elección estándar​, usualmente junto con la exodoncia del diente impactado que dio origen al quiste (por ejemplo, un tercer molar). La enucleación simple está especialmente indicada cuando el quiste es relativamente pequeño y accesible, y cuando la cirugía no supone un riesgo elevado de dañar estructuras anatómicas adyacentes importantes​. Por ejemplo, si el quiste está lejos del nervio dentario inferior y de raíces de dientes vecinos, se puede extirpar completamente en una sola pieza. En estos casos, tras la enucleación, la cavidad ósea residual puede dejarse para que regenere espontáneamente, formándose nuevo hueso con el tiempo, o bien rellenarse con biomateriales (injertos óseos particulados, hidroxiapatita, etc.) si el defecto es muy grande​. La decisión depende del tamaño de la cavidad y de la necesidad de soporte inmediato; muchos cirujanos optan por la curación natural, dado que en pacientes jóvenes el hueso suele rellenar por sí solo en meses, aunque en defectos amplios el uso de injertos o materiales de regeneración ósea guiada puede ayudar a restituir la anatomía más rápidamente. Tras la enucleación, es fundamental el seguimiento radiográfico periódico hasta verificar la completa regeneración ósea de la zona.

Por otro lado, la marsupialización es un abordaje conservador que busca descomprimir el quiste en vez de removerlo totalmente de inmediato. Consiste en realizar una apertura quirúrgica de la pared del quiste y suturar sus bordes a la mucosa oral, creando una comunicación permanente entre la cavidad quística y la cavidad bucal. De este modo, se libera la presión interna y el quiste gradualmente reduce su tamaño al drenar el líquido y rellenarse parcialmente de tejido fibroso. Esta técnica está indicada en ciertos escenarios, por ejemplo cuando el quiste es muy grande y una enucleación completa implicaría un riesgo de fractura mandibular o daño neurológico (p. ej., compromiso del nervio alveolar inferior)​, o cuando el diente asociado es importante y se desea conservar. En pacientes pediátricos o adolescentes, la marsupialización del quiste puede permitir que el diente incluido termine su erupción de forma más natural una vez que la presión quística desaparece​. De hecho, uno de los criterios para elegir marsupialización es si se pretende salvar el diente involucrado y promover su erupción, como en el caso de un canino permanente retenido: al descomprimir el quiste, el canino puede reanudar su trayectoria eruptiva hacia la arcada, a veces con ayuda ortodóntica posterior. La marsupialización también se prefiere cuando el quiste ha provocado un marcado desplazamiento de dientes a posiciones difíciles; en tales casos, reducirlo gradualmente puede facilitar una cirugía definitiva más conservadora posteriormente​. Durante el periodo de marsupialización, suele colocarse un dispositivo (como un tapón acrílico o un tubo de drenaje) en la abertura para mantenerla patente y se instruye al paciente en la irrigación frecuente de la cavidad con soluciones antisépticas, evitando así la infección mientras el quiste disminuye de tamaño. Tras meses de descompresión, el quiste a menudo reduce significativamente su volumen; entonces puede indicarse una segunda intervención para enuclear el remanente de saco quístico y, si es posible, dejar el diente en posición (o recolocarlo mediante ortodoncia o incluso mediante autotrasplante en algunos casos).

La elección entre enucleación y marsupialización depende de varios factores clínicos: el tamaño y extensión de la lesión, su localización, la edad del paciente y su etapa de desarrollo dental, el valor estratégico del diente afectado, y la relación con estructuras anatómicas vitales​. Por ejemplo, un quiste dentígero pequeño asociado a un tercer molar delgado en un adulto probablemente se trate con enucleación y extracción de ese molar; en cambio, un quiste masivo en un niño de 10 años alrededor de un primer molar permanente en desarrollo podría manejarse primero con descompresión para intentar preservar el diente. En todos los casos, el tejido eliminado debe ser analizado histológicamente para confirmar el diagnóstico y descartar cambios neoplásicos. Afortunadamente, con un tratamiento adecuado, el pronóstico del quiste dentígero es excelente. La recurrencia es muy rara tras la extirpación completa, dado que al remover todo el epitelio quístico se elimina la posibilidad de recidiva​. Solo si quedaran fragmentos de la pared quística podría regenerarse el quiste, por lo que la técnica quirúrgica cuidadosa es importante. En el caso de marsupialización, se requiere un buen seguimiento: algunas veces, si el quiste no reduce lo suficiente o persiste tejido quístico activo, será necesaria la enucleación posterior para completar la curación. Tras la resolución del quiste, es posible que el diente involucrado requiera tratamiento adicional – por ejemplo, si el diente se conserva pero tiene pérdida ósea asociada, puede necesitar tratamiento de endodoncia y rehabilitación; si hubo desplazamientos dentarios, podría requerirse ortodoncia para realinear; y si quedaron defectos óseos, técnicas de regeneración ósea o injertos pueden estar indicados​. En general, los resultados funcionales suelen ser buenos: el hueso alveolar regenerado permite mantener la integridad estructural y, si se logró conservar el diente, este puede integrarse a la masticación normalmente una vez tratado. La zona debe ser monitoreada a largo plazo mediante controles clínicos y radiográficos para asegurar que no haya recidivas ni complicaciones tardías.

Avances e innovaciones recientes

En los últimos años, el manejo de los quistes dentígeros ha incorporado enfoques más conservadores y tecnologías avanzadas, buscando minimizar la morbilidad y mejorar la regeneración de los tejidos. Un avance notable es la refinación de las técnicas de descompresión o marsupialización mediante dispositivos impresos en 3D o tubos de drenaje específicos, que permiten a los pacientes manejar en casa el lavado de la cavidad quística de forma sencilla. Estudios clínicos recientes han demostrado altos índices de éxito controlando quistes dentígeros únicamente con descompresión prolongada, evitando en algunos casos la necesidad de cirugías extensas en pacientes jóvenes. Este enfoque mínimamente invasivo se enmarca en una tendencia más amplia de la cirugía odontológica de preservar estructuras: por ejemplo, la posibilidad de conservar dientes involucrados mediante tratamientos complementarios. En ciertos reportes, cuando el diente incluido es fundamental (como un molar permanente en un niño), se ha logrado un tratamiento multidisciplinario con éxito: primero reducir el quiste, luego realizar endodoncia o hemisección del diente afectado si fuera necesario, y finalmente rehabilitarlo con coronas, manteniendo así la función masticatoria del paciente​. La literatura reciente enfatiza la importancia de individualizar la decisión terapéutica: por ejemplo, la autotransplantación dental se ha propuesto en casos seleccionados como alternativa innovadora – extrayendo el diente incluido junto con la eliminación del quiste y reimplantándolo en una posición más adecuada –, aunque esto se reserva a escenarios muy específicos y con pronóstico reservado.

En el campo de la investigación básica, los estudios moleculares sobre quistes odontogénicos están aportando datos sobre los procesos biológicos implicados. Se han identificado perfiles de expresión génica y de citoquinas en el líquido y tejido de quistes dentígeros, buscando comprender cómo interactúan con el hueso circundante. Por ejemplo, se investigan factores de crecimiento y mediadores inflamatorios que podrían influir en la expansión quística o en la remodelación ósea asociada. Asimismo, análisis inmunohistoquímicos comparativos han ayudado a distinguir al quiste dentígero de lesiones similares y a entender su bajo potencial proliferativo en comparación con tumores odontogénicos más agresivos. Estos hallazgos refuerzan el concepto de que el quiste dentígero es una entidad de comportamiento relativamente pasivo, lo que abre la puerta a manejos conservadores sin comprometer la seguridad del paciente.

Otra área de innovación es la terapia regenerativa post-quirúrgica. Dado que la eliminación de un quiste dentígero puede dejar cavidades óseas importantes, se han incorporado técnicas para promover la regeneración del hueso y los tejidos. El uso de biomateriales de relleno, membranas de regeneración ósea guiada y concentrados de plaquetas (PRF/PRP) se ha vuelto común en defectos grandes, acelerando la formación de nuevo hueso y reduciendo el tiempo de recuperación. En casos de marsupialización prolongada, se ha observado que el hueso empieza a reformarse alrededor del quiste colapsado, proceso que puede potenciarse con la aplicación local de factores de crecimiento. Además, mejoras en la imagenología permiten monitorear en tiempo real la reducción quística y la regeneración ósea, usando CBCT seriados para cuantificar el remodelado.

En el ámbito de las organizaciones profesionales, asociaciones odontológicas como la ADA y la FDI han difundido guías y casos clínicos destacando la importancia del diagnóstico temprano de quistes dentígeros para facilitar intervenciones menos invasivas. La disponibilidad de información actualizada a través de bases de datos como PubMed y organismos de salud (NIH) también ha contribuido a que los clínicos estén al tanto de las mejores prácticas. En síntesis, el manejo del quiste dentígero hoy combina el conocimiento clásico con nuevas estrategias: se procura preservar dientes y estructura ósea siempre que sea posible, usando técnicas conservadoras, y apoyándose en la tecnología para una planificación quirúrgica precisa y una regeneración eficaz. Estos avances reducen la morbilidad y mejoran los resultados a largo plazo, beneficiando tanto a los profesionales de la cirugía oral y maxilofacial como a los pacientes informados que buscan opciones de tratamiento más seguras y efectivas.

Dr Ismael Cerezo Director Médico Grupo Cleardent
Director Médico
El Dr. Cerezo, director médico de Clínicas Cleardent, es reconocido por su compromiso con la excelencia en implantología y cirugía oral. Con una destacada experiencia internacional en técnicas avanzadas, lidera un equipo que ofrece tratamientos de vanguardia, priorizando la salud y satisfacción del paciente. Su formación en cirugía guiada, carga inmediata y regeneración ósea le permite ofrecer soluciones integrales y de alta calidad, posicionando a Cleardent como referente en el sector odontológico.

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